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Lunes, 23 Diciembre 2019 20:40

¿Es sensacionalismo investigar las apariciones marianas?

Escrito por Carlos Ruiz Saiz
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Antes de entrar en el estudio pormenorizado de cada aparición mariana aprobada por la Iglesia, es justo que nos preguntemos qué lugar ocupan éstas en nuestra fe. El Catecismo precisa la función de estas revelaciones:

7e786f858eb87c5eb437c2628fac78d6“A lo largo de los siglos ha habido revelaciones llamadas 'privadas', algunas de las cuales han sido reconocidas por la autoridad de la Iglesia. éstas, sin embargo, no pertenecen al depósito de la fe. Su función no es la de 'mejorar' o 'completar' la Revelación definitiva de Cristo, sino la de ayudar a vivirla más plenamente en una cierta época de la historia. Guiado por el Magisterio de la Iglesia, el sentir de los fieles (sensus fidelium) sabe discernir y acoger lo que en estas revelaciones constituye una llamada auténtica de Cristo o de sus santos a la Iglesia” (CCE 67).

Pero quizás lo más reciente y explícito fue el texto del Cardenal Ratzinger en cuanto Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, y por mandato explícito del papa San Juan Pablo II, con respecto a la revelación del tercer secreto de Fátima. En dicho texto el futuro Benedicto XVI, tras varios puntos en que diferencia la Revelación de las revelaciones privadas, subrayó que estas últimas no pertenecen al depositum fidei, por lo que no es obligatorio hacer uso de ellas. Sin embargo, continúa en la línea del punto del Catecismo citado:

Un mensaje así puede ser una ayuda válida para comprender y vivir mejor el Evangelio en el momento presente; por eso no se debe descartar.

Son tres afirmaciones muy importantes: ayuda válida, para el momento presente y que no se debe descartar. Es decir... no estamos ante una devoción particular propia de otras épocas y poco conveniente, más bien descartable, que como mucho se permite a mentes débiles y más bien supersticiosas, como si lo perfecto fuera la sola Scriptura. Lejos de afirmar esto, afirma lo contrario. Lo que se permite más bien es no acoger esta ayuda que se ofrece o no hacer uso de la misma, pero la pregunta es evidente: ¿si es “una ayuda válida, conveniente y que no se debe descartar”, alguien que quiera recibir de Dios toda la ayuda, ilustración y conocimiento la debería descartar? Creo que la respuesta es evidente. Las revelaciones privadas en su lugar correcto son válidas para nuestro tiempo y necesarias para conocer más explícitamente lo que el Señor quiere que sepamos y vivamos en este momento. De una manera sencilla se podría decir que precisamente por eso el Señor nos las regala; si fuesen superfluas o un lastre en sí mismas, no las habría encargado transmitir a sus testigos fidedignos... ¡Pero sigamos!

Ratzinger valora dichas revelaciones privadas bajo la categoría del "carisma de profecía", dado para construir a la Iglesia entera y que, por tanto, en la línea de lo antes dicho, no debe ser despreciado. Así, dice:

En todas las épocas se le ha dado a la Iglesia el carisma de la profecía, que debe ser examinado, pero que tampoco puede ser despreciado.

Acto seguido aborda la cuestión de la relación entre revelación privada/profecía, futuro y presente. Ésta es una cuestión muy importante para nuestro tema. Dice así:

A este respecto, es necesario tener presente que la profecía en el sentido de la Biblia no quiere decir predecir el futuro, sino explicar la voluntad de Dios para el presente, lo cual muestra el recto camino hacia el futuro. El que predice el futuro se encuentra con la curiosidad de la razón, que desea apartar el velo del porvenir; el profeta ayuda a la ceguera de la voluntad y del pensamiento y aclara la voluntad de Dios como exigencia e indicación para el presente. La importancia de la predicción del futuro en este caso es secundaria.

Esta idea parece proceder del estudio que K.Rahner publicó en 1952 y que proponía situar en el ámbito positivo del carisma de profecía las llamadas revelaciones privadas. Éstas, según el teólogo, no tendrían la misión de añadir nada a la Revelación pero sí de imperar un modo concreto, de mandar algo para nuestra época:

“Es más, las revelaciones privadas son en su esencia un imperativo acerca del modo en que la cristiandad debe comportarse en una determinada situación histórica. Ellas no representan en su esencia una nueva aserción sino un nuevo mandato. Con respecto a las aserciones ellas expresan en el fondo sólo lo ya sabido por la fe y la teología (…) El imperativo inspirado por Dios a un miembro de la Iglesia para el modo de actuar de la Iglesia en una determinada situación histórica nos parece la esencia de una revelación privada de tipo poscristiano”

Esto debe marcar nuestro estudio. Como decíamos en el primer capítulo, nuestro objetivo no es predecir el futuro, sino saber interpretar los signos de los tiempos que están sucediendo entre nosotros para vivir el presente de acuerdo a la voluntad de Dios, lo cual sabemos que afectará lógicamente al porvenir. Esta actitud previene y libera de “la curiosidad de la razón que desea apartar el velo del porvenir”, ese sensacionalismo tan pernicioso y en extensión creciente.

Pero la expresión “exigencia e indicación para el presente” no es algo superfluo, prescindible o meramente indicativo; no es, por así decirlo, “una propuesta”. ¡No! Es una “exigencia para el presente”. Y si somos sinceros veremos cómo en dichas revelaciones particulares el tono que usa Jesús o la Virgen no es sugerente sino exigente, como advertencia o como consuelo, pero algo que debe obedecerse o, de lo contrario, atenerse a las consecuencias de ignorarlo.

No dejemos pasar el dato de que Ratzinger relaciona el carisma de profecía/revelación privada con la categoría “signos de los tiempos”. Esto es importante porque dicha categoría ha sufrido un proceso de secularización importante y muchas veces se ha convocado la autoridad del Concilio para desvincularla de todo contenido escatológico final. Ratzinger, sin embargo, los relaciona y, citando al Concilio, usa las palabras mismas de Jesús:


En este sentido, se puede relacionar el carisma de la profecía con la categoría de los «signos de los tiempos», que ha sido subrayada por el Vaticano II: «...sabéis explorar el aspecto de la tierra y del cielo, ¿cómo no exploráis, pues, este tiempo?» (Lc 12,56). En esta parábola de Jesús por «signos de los tiempos» debe entenderse su propio camino, el mismo Jesús. Interpretar los signos de los tiempos a la luz de la fe significa reconocer la presencia de Cristo en todos los tiempos. En las revelaciones privadas reconocidas por la Iglesia —y por tanto también en Fátima— se trata de esto: ayudarnos a comprender los signos de los tiempos y a encontrar la justa respuesta desde la fe ante ellos.

Finalmente, explica el aspecto antropológico de las revelaciones privadas que nos será muy útil para analizar todas las que aquí estudiemos. Pero quizás lo más importante se encuentre el párrafo final:

No se describen en sentido fotográfico los detalles de los acontecimientos futuros, sino que sintetizan y condensan sobre un mismo fondo, hechos que se extienden en el tiempo según una sucesión y con una duración no precisadas. Esta concentración de tiempos y espacios en una única imagen es típica de tales visiones que, por lo demás, pueden ser descifradas sólo a posteriori. A este respecto, no todo elemento visivo debe tener un concreto sentido histórico. Lo que cuenta es la visión como conjunto, y a partir del conjunto de imágenes deben ser comprendidos los aspectos particulares. Lo que es central en una imagen se desvela en último término a partir del centro de la «profecía» cristiana en absoluto: el centro está allí donde la visión se convierte en llamada y guía hacia la voluntad de Dios.

Cuáles son estas llamadas que nos guían hacia la voluntad de Dios es lo que estudiaremos en los próximos posts de este blog.

 

 

Visto 2141 veces Modificado por última vez en Martes, 24 Diciembre 2019 16:29