En la primera lectura, del libro del Génesis, Dios anuncia la enemistad entre la serpiente y “la Mujer”. Es la misma que se lee en la fiesta de la Inmaculada y señala el papel de la Virgen en la historia de la salvación. El evangelio escogido para hoy contiene tres elementos:
- “He ahí a tu hijo. He ahí a tu Madre”;
- “Tengo sed”;
- “con la lanza le traspasó el costado, y al punto salió sangre y agua”.
Veamos la relación entre el tercero y el primero. Según el relato del Génesis, Eva, esposa de Adán, nacida de su costado, llegó a ser madre física de todos los hombres. Muchos autores espirituales, desde los primeros siglos, han señalado que la Iglesia, esposa de Cristo, nace del costado traspasado de Jesús, el nuevo Adán; y allí, en ese momento, estaba María, la nueva Eva, como primicia de la Iglesia y a la vez como Madre espiritual de todos los hombres. San Juan Pablo II señaló que “esta «nueva maternidad de María», engendrada por la fe, es fruto del «nuevo» amor, que maduró en ella definitivamente junto a la Cruz, por medio de su participación en el amor redentor del Hijo. […] Las palabras que Jesús pronuncia desde lo alto de la Cruz significan que la maternidad de su madre encuentra una «nueva» continuación en la Iglesia y a través de la Iglesia, simbolizada y representada por Juan” (Redemptoris Mater, 23-24). En la misma encíclica dice: “Como es bien sabido, en el texto griego la expresión «eis ta ídia» supera el límite de una acogida de María por parte del discípulo, en el sentido del mero alojamiento material y de la hospitalidad en su casa; quiere indicar más bien una comunión de vida que se establece entre los dos en base a las palabras de Cristo agonizante.” Se entiende así por qué la liturgia ha escogido este evangelio para la fiesta de hoy: del Corazón traspasado de Cristo nace la Iglesia, teniendo como Madre a María, por encargo de Jesús.
El segundo elemento del evangelio de hoy también es relevante. Del mismo modo que la lanzada no sólo abrió el corazón físico de Jesús, sino que fue una forma de manifestarnos el amor de su Corazón; del mismo que el encargo de Jesús a Juan no fue sólo que cuidara de su Madre, sino que le estaba pidiendo a Ella que fuera Madre de todos, y a él y a nosotros nos pide establecer una comunión de vida con Ella, así también la terrible sed de Jesús no fue sólo la de un hombre que había perdido mucha sangre: era sobre todo una manifestación del deseo de que acojamos su Amor. Para Santa Teresa de Calcula la sed de Jesús fue el centro de su vida espiritual y de su apostolado. Por eso en las capillas de todas sus casas hizo poner esta frase: “I thirst”. Ésta es la esencia de la espiritualidad del Corazón de Jesús, que San Francisco de Asís sintetizó en una frase: “¡El Amor no es amado!”
Este año la fiesta de María, Madre de la Iglesia ha caído el 1 de junio, cerrando así el mes de mayo, mes de la Virgen, y abriendo el mes del Corazón de Jesús con el “Tengo sed”. ¡Vaya regalo! Que Ella nos ayude a conocer a fondo ese Corazón, a responder al Amor que no es amado y, en la medida de nuestras escasas posibilidades, a hacer que quienes nos rodean amen cada vez más los Corazones de Jesús y de María.