La luz del sí
Como una gavilla se recoge en su centro y se expande en sus extremos, así la vida de María se concentra en su sí. A partir de él, su vida recibe su sentido y su forma, se despliega hacia adelante y hacia atrás. Lo que resume su vida de un modo único, a la vez la acompaña en cada instante de su existencia, ilumina cada vuelta de su vida, otorga su sentido determinado a cada situación, le regala a ella misma la gracia de la comprensión de un modo siempre nuevo en cada situación. Su sí llena de sentido todo respiro, todo movimiento, toda oración de la Madre del Señor. Pues ésta es la naturaleza de un sí: atar al que lo pronuncia y a la vez dejarle plena libertad en la con-figuración. Quien lo pronuncia lo llena con su personalidad, le da su peso específico y su color único, y a la vez él mismo es formado, liberado y realizado por su sí. Toda libertad crece por la entrega y por la renuncia a una libertad sin ataduras. De la libertad que se ata proviene toda fecundidad.
Ya la infancia de María está iluminada por la luz de su sí. La niñez es siempre un recogimiento preparatorio para el empeño decisivo posterior; y en María, ése no será otra cosa más que el sí determinante de todo. Por ello, para comprender su infancia, se la ha de mirar a la luz de ese sí. El sentido de su infancia es la preparación para lo que ella fue elegida desde siempre, de un modo tan total, que fue preservada en el momento de su concepción del pecado original, de todo aquello que en ella hubiera podido debilitar o empañar la fuerza y la perfección de su sí posterior. La fuerza y la libertad de su consentimiento son tan grandes, que ella está perfectamente libre de la más pequeña inclinación a decir no, porque su sí está prefigurado y establecido desde el primer instante de su existencia. De este modo, en su existencia su sí es causa y efecto al mismo tiempo; no se encuentra en su vida como un acto particular, mejor, ella misma fue llamada por Dios a la existencia a causa de ese acto, y por él le fue concedido el privilegio con el que fue dotada. María, que va creciendo en vista de la palabra que debe pronunciar, vive ya enteramente de la fuerza de esa palabra.