APROBACIÓN ECLESIÁSTICA
Las apariciones fueron reconocidas canónicamente el 11 de septiembre de 1977 por el entonces Cardenal Karol Wojtyla y posteriormente el obispo de Warmia Joseph Drzazga ratificaba el culto a la Madre de Dios de Gietrzwald con un decreto que concluía:
“Confirmamos el culto a las apariciones de la Madre de Dios de Gietrzwald como no contrarias a la fe y la moral cristiana, fundada en hechos dignos de fe, donde no es posible excluir su carácter sobrenatural y divino.”
HISTORIA
En 1873, en virtud de la Kulturkampf que llevó a cabo el Imperio prusiano anticatólico, se suprimieron todas las congregaciones religiosas en Polonia, se acosó a los sacerdotes, se cerraron muchas iglesias, etc. En este ambiente de persecución la Virgen María se apareció a lo largo de tres meses, el año 1877, hasta 166 veces a dos niñas, hijas de campesinos, de 13 y 12 años.
Justina vio a la Virgen el 27 de junio de 1877 por encima de un árbol en frente de la iglesia, cerca de una fuente. La niña vio un extraordinario esplendor y, a continuación, a la Virgen vestida de blanco, sentada en un trono de oro, salpicado de perlas. Después vio un ángel también vestido de blanco, con alas doradas, venido del cielo.
Se lo contó corriendo al párroco que le dijo que volviera al día siguiente a la misma hora –al sonar las campanas para el ángelus- y de nuevo la niña vio a Nuestra Señora rodeada de dos ángeles que le acompañaban hasta que se sentó en el trono. Entonces otros dos ángeles trajeron al niño Jesús que se sentó en la rodilla de Nuestra Señora, mientras otros dos sujetaban una corona sobre María y otros señalaban una Cruz. El 30 de junio Barbara también vio a la Virgen con Giustina. Las apariciones siguieron diariamente hasta el 16 de septiembre de 1877, poco menos de tres meses.
La reacción del pueblo católico polaco fue impresionante. Comenzaron a llegar grandes peregrinaciones a pesar de las amenazas prusianas, se presionó a las niñas, se encarceló al párroco, etc. También dentro de la Iglesia hubo dificultades. Las niñas sufrieron una investigación muy dura pero la comisión quedó muy impresionada de sus respuestas, humildad y coherencia.
La vida de las niñas posteriormente fue dispar. Barbara se hizo religiosa, pasó muchos años de misionera en América del Sur y murió en olor de santidad en 1950. Se ha iniciado su proceso de beatificación. Justina también entró religiosa, luego se casó y su rastro se perdió sin saber nada más de ella.
MENSAJES
Justina preguntó a María en la primera aparición:
“¿Qué quiere la Madre de Dios?”
La respuesta fue:
“Quiero que todos los días recitéis el Rosario”.
Bárbara cuando le vio, preguntó:
“¿Quién es usted?”
Obtuvo una respuesta similar a la recibida pocos años antes por santa Bernadette:
“Soy la Santísima Virgen María, la Inmaculada Concepción”.
El 1 de agosto Bárbara preguntó:
“¿Las Parroquias que no tienen sacerdotes los recibirán pronto?” (Porque el gobierno prusiano había impedido la provisión de párrocos).
Nuestra Señora le respondió:
“Si la gente ora con fervor, entonces la Iglesia no será perseguida, incluso las parroquias que no tengan sacerdotes”.
El 11 de agosto, Bárbara preguntó:
“¿La Iglesia en Polonia recuperará la libertad?”
Nuestra Señora respondió:
“Sí”.
Los fieles realizaban muchas solicitudes a la Virgen mediante las niñas. La respuesta fue casi siempre:
“Reciten el Rosario”.
Bárbara, el 1 de septiembre, pidió a la Virgen lo que quería el párroco de Gietrzwald. La Virgen dio la siguiente respuesta:
“Que siempre me invoque. Siempre he sido una protección para él y lo seré hasta el final”.
Son muchas las palabras de María. En ellas insta a orar por los pecadores, volver a la Santa Misa, cumplir los mandamientos, etc. Pero el mensaje principal es su presencia consoladora en medio del pueblo de Dios. Por ejemplo, el 8 de septiembre, día de la Natividad de María:
“No os angustieis, porque yo estoy con todos vosotros”.
Ese día Nuestra Señora bendice el agua de una fuente cercana al lugar de las apariciones, asegurando que haría curaciones milagrosas, cosa que sucede hasta el día de hoy. Otras personas aseguraron haber visto a Nuestra Señora, entre ellos Elizabeth Wieczorek (23 años) y Elizabeth Bilitewska (45 años).
El 16 de septiembre –al día siguiente de la fiesta de Nuestra Señora de los Dolores- ante gran presencia de fieles, la Virgen se mostró por última vez, bendijo la fuente que estaba en el césped, y su últimas fueron palabras:
“Recitad el rosario”.
COMENTARIO
1.- En primer lugar, vemos que el mensaje es principalmente el mismo: orar por la apostasía que se estaba realizando en toda la cristiandad. Pues los “pecadores” es una expresión que no se refiere a los no bautizados ni tampoco a nuestros pecados personales cotidianos, sino a los que conscientemente apostatan de la fe, ya sea de forma explícita o implícita. Es el tiempo del triunfo de la Ilustración, el ateísmo de las élites, etc.
2.- María se pone junto a su Pueblo, un Pueblo cristiano que ha comenzado a sufrir “los dolores de parto”, la persecución por la fe que dura hasta ahora. María como Madre se hace cercana, quiere sanar, consolar, animar. El gran fruto de esta aparición, en palabras de san Juan Pablo II, fue el resurgimiento de la fe católica del pueblo católico polaco en cuanto pueblo de Dios y nación. De estas raíces nacerán santos de gran resistencia como lo fue él mismo o tantos miles de padres y madres de familia polacos fieles a la fe católica.
3.- El “arma” para dicha resistencia es el Rosario. Ya lo había dicho Nuestra Señora en Lourdes, y a partir de este momento será constante en todas las apariciones marianas.
4.- El gran número de las apariciones y mensajes, las vejaciones recibidas por las niñas y sus edades, la cárcel y persecución del párroco por parte de las autoridades abiertamente anti católicas, recuerdan mucho a apariciones más recientes todavía no aprobadas como la de Medjugorje.
5.- Finalmente, esta aparición se enmarca dentro de las demás, y así las debemos comprender, como una gran llamada de Nuestra Señora, como nunca en la historia como en este momento, a orar, hacer penitencia, convertirnos y orar por la conversión de los pecadores, para ver a la Iglesia de Dios libre y capaz de enfrentar la persecución ya presente, y poder vencer, con el poder de la fe.