Oh, Madre Inmaculada
Oh, Madre Inmaculada,
del mismo Cielo encanto,
a nadie amó Dios tanto,
ni tanto enriqueció.
Oh, Madre sin mancilla,
el Dios que te ha creado
los bienes que Él te ha dado,
para mí te los dio.
Me llevas de la mano
a tu Hijo Divino.
“Señor, no tiene vino”
le dices con amor.
Y luego a mí me dices
que al alma que confía
Él quiere todavía
dar el vino mejor.
Y si te respondiera:
“No es llegada mi hora”
Si acaso te dijera:
“que nos va a mí y a ti”
Tu amor jamás se rinde,
dulcísima Señora,
sabes que siempre es hora
de interceder por mí.
Eres Señora mía
la dulce Mediadora
de quien recibo ahora
amor, consuelo y luz.
Y eres Corredentora
lo sé porque te he visto
padeciendo con Cristo
en pie junto a su Cruz.
Su Corazón amante,
antes de ser herido,
su más dulce latido
para ti lo guardó.
Y en mí también pensaba
pues fue cuando te dijo:
“Ahí tienes a tu hijo,
Madre, guárdamelo”.
Qué bien lo has hecho siempre
conmigo, Madre mía,
desde aquel mismo día
tan dulce para mí.
Con qué fuerza he sentido
el amor que me tienes,
todos, todos los bienes
me han venido por Ti.
¡Qué buena has sido siempre
conmigo, Madre mía,
todos, todos los bienes,
Madre mía, me han venido por ti.