Primer Misterio: La oración de Jesús en el Huerto de los Olivos
Texto Bíblico (Lc 22,41-46):
Y se apartó de ellos como a un tiro de piedra y, de rodillas, oraba diciendo: — Padre, si quieres, aparta de mí este cáliz; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya.
Se le apareció un ángel del cielo que le confortaba. Y entrando en agonía oraba con más intensidad. Y le sobrevino un sudor como de gotas de sangre que caían hasta el suelo. Cuando se levantó de la oración y llegó hasta los discípulos, los encontró adormilados por la tristeza. Y les dijo: — ¿Por qué dormís? Levantaos y orad para no caer en tentación.
Meditación:
Jesús estaba triste hasta morir. La angustia era tan inmensa que suplica a su Padre verse libre de ese cáliz. ¿Por qué es tan terrible? No es el miedo al sufrimiento físico que se le avecina… es el peso aplastante de cargar con todo el pecado del mundo, experimentando su maldad, haciéndolo suyo para destruirlo con su amor redentor y el de su Madre Santísima. Ella es la Nueva Eva que bebe con el nuevo Adán el Cáliz de la Redención. Mientras que la primera Eva comió del árbol apetecible arruinando a la humanidad, María bebió con su Hijo el cáliz amargo para rescatarnos.
Segundo Misterio: La flagelación de Jesús atado a la columna
Texto Bíblico (Lc 23,13-16):
Pilato convocó a los príncipes de los sacerdotes, a los magistrados y al pueblo, y les dijo: — Me habéis presentado a este hombre como alborotador del pueblo. Mirad: yo le he interrogado delante de vosotros, y no he encontrado en este hombre ningún delito de los que le acusáis; ni tampoco Herodes, porque nos lo ha devuelto; por tanto, nada ha hecho que merezca la muerte. Así que, después de castigarle, lo soltaré”.
Meditación:
Jesús fue flagelado sin piedad. Todo su cuerpo, a excepción de la zona del corazón, recibió más de cien latigazos que abrían su carne a cada golpe. Los soldados, acostumbrados a torturar a sus prisioneros, descargan su ira contra el Cordero manso que quita el pecado del mundo. Esa es su forma de vencer el mal: sin furia, sin rencor, ofreciendo la otra mejilla al que le golpea… ofreciendo amor a cambio de odio, destruyendo el mal a fuerza de bien. Eso mismo hizo su Madre: ofrecer a su Hijo por salvar a un mundo que se lo arrebata y lo destroza.
Tercer Misterio: La coronación de espinas de nuestro Señor Jesucristo
Texto Bíblico (Jn 19,1-5):
Entonces Pilato tomó a Jesús y mandó que lo azotaran. Y los soldados le pusieron en la cabeza una corona de espinas que habían trenzado y lo vistieron con un manto de púrpura. Y se acercaban a él y le decían: — Salve, Rey de los judíos. Y le daban bofetadas. Pilato salió otra vez fuera y les dijo: — Mirad, os lo voy a sacar para que sepáis que no encuentro en él culpa alguna. Entonces Jesús salió fuera llevando la corona de espinas y el manto de púrpura. Y Pilato les dijo: — Aquí tenéis al hombre.”.
Meditación:
El sarcasmo y la burla contra Jesús llegó a su culmen en la coronación de espinas que atormentó la cabeza de nuestro redentor: a las mofas hirientes se unían los golpes a la corona, incrustando cada vez más sus espinas en la cabeza de Cristo. Sí, él es rey, pero no de este mundo. Es rey del cielo y del amor, y ha venido a este mundo, esclavizado por el poder del pecado y Satanás, para liberarlo, para destituir al demoníaco y usurpador rey, para devolverle su realeza divina. Con nuestro rey está la Reina, que aplasta la cabeza de la serpiente destruyendo su reino de muerte, oscuridad y pecado.
Cuarto Misterio: Jesús con la cruz a cuestas camino del Calvario
Texto Bíblico (Jn 19,16-17; Lc 23,26-27):
Entonces se lo entregó para que lo crucificaran. Y se llevaron a Jesús. Y, cargando con la cruz, salió hacia el lugar que se llama la Calavera, en hebreo Gólgota. Cuando le llevaban echaron mano de un tal Simón de Cirene, que venía del campo, y le obligaron a llevar la cruz detrás de Jesús. Le seguía una gran multitud del pueblo y de mujeres, que lloraban y se lamentaban por él.
Meditación:
El camino al Calvario de Jesús superó sus fuerzas humanas. El peso de la cruz le aplastaba contra el suelo, contra sus propias heridas. Sólo con la ayuda de Simón de Cirene pudo llegar al Gólgota y llevar esa cruz a su destino. Tomemos también nosotros la cruz de Jesús, ayudémosle a llegar al final. María nos lo suplica: “ayudad a mi Hijo a salvar al mundo. No busquéis una vida fácil y cómoda. Sacrificaos por mi Jesús, por todos los hombres. No tengáis miedo al sufrimiento. Abrazadlo y haceos colaboradores de la redención conmigo”.
Quinto Misterio: La crucifixión y muerte de nuestro Señor Jesucristo
Texto Bíblico (Jn 19,18.25-27):
Allí le crucificaron con otros dos, uno a cada lado y Jesús en medio. […] Estaban junto a la cruz de Jesús su madre y la hermana de su madre, María de Cleofás, y María Magdalena. Jesús, viendo a su madre y al discípulo a quien amaba, que estaba allí, le dijo a su madre: — Mujer, aquí tienes a tu hijo.
Después le dice al discípulo: — Aquí tienes a tu madre. Y desde aquel momento el discípulo la tomó como algo propio.”
Meditación:
En esta cuaresma deben acompañarnos constantemente estas palabras: “Aquí tienes a tu madre”. Acogerla como lo más íntimo de nuestra vida será la mejor preparación cuaresmal a la vivencia del Misterio Pascual. Ella estuvo unida como nadie al Corazón de su Hijo, y nos introducirá en él, para que bebamos ahí la salvación. Jesús, al morir con un perdón infinito redimió al mundo entero, y el corazón de Dios quedó abierto para que todo el que quiera entre en él. María, que engendró ese corazón, que es carne de su carne, estuvo al pie de la cruz para recoger la sangre del corazón y ofrecerla hoy al mundo.