En su “Mensajero de la ternura divina”, vemos clarísimo el lugar que ocupa la Virgen por don del mismo Señor:
Al cúmulo de beneficios añadiste haberme dado a tu amantísima Madre, la bienaventurada Virgen María como abogada, y haberme confiado muchas veces con delicadeza a su amor, como nunca el esposo más fiel pudo confiar con más solicitud a su propia madre, su amada esposa (Libro II, capítulo 23, número 11).
Esta condición de abogada nuestra nos garantiza una ayuda segura:
Pide [a la Virgen] le conceda eso mismo [ofrecer al Señor una disponibilidad purísima para que se digne habitar en su alma, hasta tal punto que nunca cometa la más mínima incorrección en pensamiento, palabra y obra] a ella. Le pareció entonces que la virginal madre le enviaba sus propios sentimientos bajo la figura de delicadas doncellas, con el encargo a cada una de que juntara sus afectos con los de ella, para servir con ellos al Señor y suplir lo que hubiera de defecto en ella. Con lo cual daba a entender que siempre estaba a punto para ayudar a cuantos la invocaban (III 19, 2).
En la enseñanza de la santa de Helfta, la suplencia por las faltas ocupa un lugar muy importante. Lo que la pobre criatura falla, lo suple el Amor del Corazón de Jesús. Pero el mismo Señor, ha compartido esta suplencia con su Madre:
Que esta abundante ternura de tu Madre sea ante tu misericordia la mediadora agraciada por todas mis faltas (II 16, 3).
En un encuentro con la Virgen Santa Gertrudis llega a decirle:
“Oh, Madre de la Bondad, se te ha concedido la fuente de la Misericordia en tu Hijo, a fin de que la alcances para todos los que la necesitan, y tu caridad abundante cubra la multitud de nuestras faltas y pecados” (II 16, 3).
Ella, por su inmaculada belleza, puede suplir nuestra falta de virtud con la abundancia de las suyas:
Como esta Bienaventurada Virgen, que florece como rosa sin espinas y blanco lirio inmaculado, contiene y desborda las flores de todo género de virtudes, que sea ella la que enriquezca nuestra pobreza, y le pedimos que sea nuestra permanente mediadora (II 16, 6)
La misma Virgen le enseña que está intimísimamente asociada a la obra redentora de su Hijo y es verdadera Madre de los cristianos porque
Por él os engendré a todos vosotros, acogiéndoos en mis entrañas con maternal amor como hermanos para él, e hijos para mí (IV 3, 7).
Y así, santa Gertrudis le da el título tan elocuente de “Mediadora del Mediador” (II 7, 1)