En el clima de oración de esta iglesia vamos a introducirnos más en este tema de la espiritualidad del Corazón de Cristo, que cada semana vamos a ir desarrollando según distintas áreas del conocimiento teológico. El conocimiento teológico es un conocimiento que une la experiencia de la fe con el ejercicio de la propia inteligencia, de tal manera que todos podemos indagar teológicamente con ayuda de los distintos temas que tienen que ver con la doctrina cristiana y, más específicamente, en este tema del Corazón de Jesús, del corazón de Cristo, que contrariamente a lo que se piensa no es una devoción particular, si no que en realidad alude al centro de nuestra fe, a la esencia del cristianismo.
Hoy lo hacemos hablando de esa historia de la salvación, como ha ido preparando la Revelación del Corazón de Cristo, porque obviamente en el Antiguo Testamento no hay una mención expresa del Corazón de Cristo, pero sí que hay unos elementos que a la luz del Nuevo Testamento podemos interpretar como una preparación que Dios ha ido disponiendo para que luego podamos captar en la Nueva Alianza lo que es ese corazón amante de Jesucristo.
Lo primero, cuando abordamos este tema desde la perspectiva del Antiguo Testamento, reconozcamos que hay también muchos estudios, y para profundizar en estos temas hay una obra muy reciente que es una recopilación de artículos de teología, de espiritualidad, de Biblia, que se llama “Enciclopedia temática del Corazón de Cristo”, que está en la Biblioteca de Autores Cristianos (BAC), y que más que una recopilación de artículos, verdaderamente es una enciclopedia; ahí hay muchos autores y se puede profundizar muy bien en los temas. Hay más obras, hay mucha bibliografía.
Cuando se aborda este tema en el Antiguo Testamento, lo primero que tenemos que preguntarnos es donde está la palabra corazón en la Biblia, en el Antiguo testamento. Hay en el Antiguo Testamento una palabra “leb” o “lebab”, y algún otro derivado, que significa corazón en hebreo. Cuando se usa esa palabra se está refiriendo, sobre todo, al interior de la persona. Eso es el corazón en el lenguaje bíblico: El interior de la persona, no solamente el órgano físico que bombea la sangre, sino que ya se utiliza como una metáfora, porque, si os fijáis, casi siempre que hablamos del Corazón de Cristo lo hacemos en un sentido metafórico. Aunque estamos hablando también del corazón como órgano físico, estamos usando la expresión de “corazón” para una metáfora, para un símbolo, para explicar muchas más cosas.
Esto ya lo hace la Biblia. Cuando habla del corazón del hombre, la Biblia está hablando de la interioridad, sobre todo de la interioridad desde el punto de vista de la voluntad y la inteligencia, que son como los dos rasgos más llamativos de cómo en la mentalidad hebrea se entiende lo que es el corazón humano, que es en el fondo la forma de hablar de la inteligencia del hombre, su conocimiento, su capacidad de comprensión de las cosas y su capacidad de decisión. Designa las dos propiedades. El corazón del hombre es lo que el hombre conoce en su corazón, es decir, lo que el hombre entiende interiormente.
Hay una manera distinta de conocer si es de manera externa o interna. Uno puede decir: “¿Conoces al presidente de la Comunidad Autónoma? Podemos decir que sí, que le hemos visto en la televisión, y que si me lo cruzo por la calle sabré que es él; ahora, qué distinto es cuando alguien conoce a una persona pero por dentro y dice: “Le conozco porque es amigo mío, somos amigos de la infancia o compañeros de carrera”. El tipo de conocimiento a que alude la Biblia cuando habla de lo que el corazón conoce, se refiere a este segundo tipo de conocimiento, un conocimiento hecho de experiencia y no un conocimiento superficial. Se pronuncian, por ejemplo, en el Deuteronomio, las famosas palabras del “Shemá”: “Escucha Israel, el Señor es tu único Dios, amarás a Dios con todo tu corazón….” Esto significa que estamos llamados a conocer a Dios de corazón, no de oídas. El pueblo de Israel había sido llamado a conocer de verdad a Dios, no de oídas. Como dice Moisés, en el Sinaí, al Señor: “Que no digan los egipcios, ese Dios de los hebreos…”, el faraón no conoce a Dios, y le sufre porque Dios manda las plagas, pero el faraón no conoce a Dios, no le conoce de corazón, no le conoce como le conoce Moisés que es amigo de Dios, como dice también la Escritura, que Moisés es amigo de Dios, que Moisés era amigo de Dios, y trataba a Dios como un amigo.
Ese conocimiento del corazón es un conocimiento interior, que es de lo que nos habla la Biblia, y luego como capacidad de decisión, es decir, que hay muchos pasajes que aunque en ellos no se aluda a la expresión “corazón”, se alude a otras expresiones semejantes del mismo campo semántico. Un campo semántico es un conjunto de palabras que pertenece a la misma familia, por ejemplo del mismo campo semántico son silla y mesa, son dos palabras que van relacionadas, normalmente donde hay una silla hay una mesa al lado, por ejemplo. Del mismo campo semántico son las palabras del culto cristiano: “altar”, “incensario”, “casulla”... O en el campo semántico de la música: “órgano”, “partitura”, “flauta”… Son palabras que están interrelacionadas entre ellas. Hay un campo semántico del corazón en la Biblia que no solo es el de la palabra corazón, es también el de las “entrañas”, por ejemplo, las “entrañas” que quiere decir como la pasión interior del hombre o la misericordia también, que es más espiritual y alude más a un atributo espiritual pero también se emplea mucho en un ámbito parecido al de la palabra corazón, al de esas entrañas del hombre. Lo curioso es que también todo esto luego se aplica a Dios.
En la Sagrada Escritura va poco a poco abriéndose camino toda esta terminología aplicada a Dios. Dios en el Antiguo Testamento todavía no se ha encarnado, es decir que todavía no tiene un corazón humano, todavía no tiene unas entrañas humanas, eso vendrá con Jesucristo, pero ya en el Dios del Antiguo Testamento encontramos unos rasgos crecientemente humanos podríamos decir, que no es que sean humanos, ya que son de Dios. Es más bien al revés, lo humano es lo que es de Dios. El hombre tiene capacidad de amar, capacidad de sentir, capacidad de apasionarse porque Dios lo tiene. Muchas veces hay personas que dicen que el Antiguo Testamento no les gusta porque ven que es un Dios a veces muy airado, pero en realidad es un Dios apasionado, es un Dios al que le importan de veras nuestras cosas, es un Dios apasionado, entrañable, un Dios por tanto muy de corazón. No es un Dios frío, distante. Hay varios ejemplos de esto.
Nada más empezar la Historia de la Salvación, en el Génesis, se nos cuenta que Dios tenía la costumbre de pasear en el jardín del Edén: capítulo 3,8: “El Señor Dios se solía pasear por el jardín del Paraíso a la hora de la brisa”. Es una metáfora, porque Dios, como todavía no se ha encarnado, no tiene piernas para pasearse por ningún lado, es una forma bonita de hablar. Al atardecer, en el momento del descanso del hombre, antes del pecado, es como el momento de contemplación, el atardecer lo es junto con el amanecer; en la tradición espiritual, por eso, son las horas mayores de la Liturgia de las Horas, laudes por la mañana y vísperas por la tarde. Ahora bien, en ese momento del final del día, de la caída de la tarde, Dios gustaba de pasear y conversar con los hombres, es decir, que Dios tiene como afición hacia el hombre, quiere conversar con él, quiere estar con él y con el pecado le busca y no le encuentra. Es como si todas las tardes quedas con alguien a quien quieres mucho y una tarde no se presenta y dices: “¿Qué ha pasado aquí, dónde está?” Ésa es como la sensación que Dios tiene con el pecado, o sea que de repente Dios como que dice: “¿Dónde está el hombre, no ha venido a su cita?” Hay un pasaje del libro del Principito, que es un libro muy cristiano aunque es un cuento: Hay un momento en el que el principito se hace amigo de un animal, del zorro, y el zorro le dice que para que sean amigos, todas las tardes tienen que quedar a la misma hora, porque así un poquito antes de que llegue la hora se va mentalizando e ilusionando de ir a verle, y llegará el día en que solo piense en la hora en que se van a poder ver. Esto es lo que hacen los amigos y los amantes.
Ahora bien, fijaos la decepción de Dios cuando va ilusionado a ver al hombre y el hombre no se presenta. Eso es el pecado. El pecado es algo que le afecta al Señor, que le sorprende, podríamos decir. Podemos pensar que el Señor no se puede sorprender porque lo sabe todo. Con su omnisciencia lo sabe todo pero con su corazón, de alguna manera, no. Con su sensibilidad de amor de alguna manera Dios se sorprende, Dios se decepciona, Dios siente ese vacío. Dice: “¿¡Dónde estás Adán!? Dios le anda llamando, “¿¡dónde te has escondido!?” Aquí vemos una imagen muy bonita.
Luego, os hablaba hace un momento de Moisés, de todo lo que es el dolor de Dios hacia el pecado del pueblo, con el episodio del becerro de oro, pero antes de eso está el amor de elección del pueblo: Dios se fija en el sufrimiento del pueblo, se lo dice a Moisés junto a la zarza ardiente, le dice “ha llegado a mí el clamor del pueblo”; es una expresión como indicando que hay una conmoción de Dios, Dios se ha conmovido por el pueblo, por su sufrimiento. Por eso Dios envía a Moisés al faraón: Hay en Dios como un afectarse por lo que le pasa a su Pueblo Elegido, que es el pueblo descendiente de sus amigos, de Abraham, Isaac, Jacob y José, que son los amigos de Dios: los Patriarcas. Cuando ese pueblo lo traiciona, falla la fidelidad, hay un momento de airarse por parte de Dios, de enfadarse. Moisés interviene, pero en realidad Dios le da la gracia de interceder, no hay que creer que Moisés es mejor que Dios, sino que de alguna manera Dios le está, de algún modo, suscitando a su vez esa capacidad de interceder.
Más adelante en la historia de la salvación vemos en la vida del rey David una serie de pasajes preciosos. Con el Rey David hay una amistad entrañable. David se comporta como un amigo del Señor, un amigo que a veces también falla, pero Dios le es fiel. Si aparece en Moisés un rasgo es la misericordia. “Dios clemente y misericordioso” le llama Moisés cuando pasa delante de él, cuando Moisés le ha dicho que quiere ver su rostro y Dios le contesta: “Mi rostro no lo verás, pero me verás de espalda”, y pasa y se oye ese himno a Dios “Dios clemente y misericordioso”, pues se trata de la misericordia de Dios con el Pueblo Elegido, en la misericordia que perdona. En cambio en David lo que más destaca, no es solo la misericordia, que también: es la fidelidad.
La misericordia y la fidelidad son palabras técnicas de la Biblia: la misericordia es “hesed”, que quiere decir eso, ese conmoverse ante el que necesita de ti. Y en cambio la fidelidad es “emunah”, que quiere decir verdad: Ser fiel es ser verdadero en la mentalidad bíblica, ser fiel es mantener la palabra, mantener la verdad de la palabra. La palabra en la Biblia es la verdad: Tú has dado tu palabra y has dado tu verdad, no hay otra verdad. Como ahora vivimos en una sociedad donde todo es mentira, inundadOs por las “fake news”, que se dice ahora, no percibimos esto, pero de lo que habla la Sagrada Escritura es en el fondo de la visión matrimonial, porque la entrega de la palabra es la entrega de la verdad de uno mismo, y por eso poner el nombre, poner la palabra con la que nombrar a esa persona es designar la verdad de esa persona. En David destaca esa palabra fiel de Dios que pide también fidelidad en correspondencia.
David es rey porque antes Dios repudia a Saúl, y lo repudia porque Saúl ha sido infiel a su palabra. En la toma de una de las ciudades conquistadas, Saúl no obedece a Dios, le desobedece. Él había comprometido previamente su obediencia a Dios y, en cambio, se salta la palabra, traiciona a Dios, traiciona la palabra que le había dado a Dios; entonces Dios le juzga indigno, que este rey no puede ser el rey de Israel, es indigno porque no es fiel, no es verdadero, no puede ser el que conduzca al pueblo en verdad y en fidelidad. Por eso Dios repudia a Saúl. Es durísima esa escena y esos capítulos de la Biblia, cuando Dios aparta a Saúl y busca a otro que le suceda y se fija en David, y David va como obteniendo de Dios más y más palabras de fidelidad hasta que llega la alianza con David, la alianza davídica, donde Dios compromete su palabra de generación en generación, de tal manera que un descendiente de la casa de David será “el Mesías y el Señor”, y eso será así para siempre, es lo que le dice el Señor a David. Luego David ofende a Dios pero más tarde se retracta y le pide perdón, cosa que Saúl no había hecho. David enmienda con su palabra la palabra contravenida anteriormente: David es el gran salmista, tiene fama de haber sido un gran cantor y salmista y compositor de oraciones, y está enmendando su conducta pasada mediante una nueva palabra de fidelidad y respuesta a la fidelidad de Dios. La fidelidad de Dios supone algo que afecta a Dios y afecta al otro, en este caso al Rey David con el que Dios se ha comprometido y ahí hay una dinámica, que en el fondo es casi matrimonial, entre Dios y el pueblo a través del rey David.
Aquí nos vamos acercando también a esas disposiciones afectivas y de verdad interior que son las que luego revela el Nuevo Testamente respecto del corazón de Cristo, que es aquel que muestra un corazón justo. Como decía Juan Pablo II en su primera encíclica: “En Cristo se realiza la plenitud de la justicia en un corazón humano”, eso es el Corazón de Cristo, pero eso se va preparando antes en el Antiguo Testamento. El corazón humano de Cristo lo que hace es revelar plenamente lo que ya se va revelando antes sobre el modo de ser de Dios.
Damos otro paso en el Antiguo Testamento y nos vamos ahora al rey Salomón, el hijo de David. Con Salomón comienza de manera más ostensible la tradición sapiencial, tanto es así que se le atribuía de manera honorífica los libros llamados sapienciales, es decir, en la Biblia se atribuía a Moisés el Pentateuco, los cinco primeros libros, y a Salomón se le atribuye como un pentateuco también, el llamado Pentateuco de Salomón, que son los cinco libros sapienciales, a saber Eclesiastés, Eclesiástico, Sabiduría, Proverbios y Job. Salomón es el que inaugura la tradición sapiencial oficialmente y en la literatura sapiencial precisamente destaca esa reflexión sobre lo que es el corazón del justo, el justo que en su corazón no reniega de Dios.
Ese es el tema del libro de Job. Job está tentado porque él es un hombre justo, pero no reniega de Dios aunque está a punto de hacerlo, porque se ve asaltado por todo tipo de calamidades. Entonces el demonio tienta a Job, a veces a través de su esposa. Le dice la esposa a Job que maldiga a Dios y que deje de mantenerse como justo porque Dios le ha abandonado, pero Job le dice que él no abandonará a Dios y que no le negará. Esa es la temática del libro de Job.
Vemos también algo parecido en el libro de Tobías. Tobías es otro justo al que le va fatal, porque hay una reflexión muy interesante del Antiguo Testamento sobre qué pasa cuando el hombre justo aparentemente no recibe tantas bendiciones como los israelitas tenían en mente que debía ser. El hombre justo debía ser bendecido por Dios, amado por Dios, y Dios le bendecía como a Abraham, con varias esposas, muchos hijos, con mucha riqueza, con muchos siervos. Los patriarcas estaban muy bendecidos por Dios y tenían todo eso. En cambio, va avanzando la historia de la salvación y los israelitas se dan cuenta de que a veces no es así, que el que es justo sufre y, en cambio, al culpable le va de maravilla. ¿Y cuál es la actitud del justo? Porque el justo puede en apariencia resignarse pero en su corazón maldecir a Dios; por eso hay una presión en el corazón en Job. Job daba igual lo que dijera porque nadie le escuchaba, porque le había abandonado todo el mundo, o se le había muerto, pero lo que está en juego en Job es lo que haga él en su corazón. ¿Qué hace Job en su corazón? Eso es a lo que Dios está atento en Job, o en Tobías, donde pasa algo parecido. La esposa de Tobías también le tienta y le dice que a pesar de tanto hacer el bien se ha quedado ciego, y Tobías dice que si eso es lo que el Señor ha dispuesto pues lo acepta. Al final Tobías se cura y Job recupera todo porque de alguna manera se quiere hacer ver que al final hay también en este mundo una recompensa: Estamos en esos libros en la mentalidad todavía del Antiguo Testamento donde la recompensa tiene que suceder en esta vida, porque no se ha madurado lo suficiente la escatología, la remuneración eterna: Eso viene plenamente solo con Jesucristo. Tobías, el padre, no reniega de Dios en su corazón y Dios está atento al corazón de Tobías, y cuando empieza Tobías su oración, en una ciudad lejana donde había una pobre pariente lejana con muy mala suerte, a la que se le habían muerto sucesivamente sus maridos en la noche de bodas, y también reza al Señor, dice el libro que el ángel del Señor escuchó a la vez las dos oraciones, brotando por tanto del corazón de estas dos personas justas. Hay, así vemos, en la literatura sapiencial el valor del corazón bueno o el corazón justo, y que va poco a poco desgranándose en varios libros, que algunos como Tobías o Job no son enteramente históricos si no que son más bien recreaciones un poco ficticias pero de una gran verdad interior.
Vamos a los Profetas. Los profetas son también un punto muy importante en esta evolución de la espiritualidad bíblica, porque los profetas primero tienen algo muy particular, y es que no se dejan atrapar por una religiosidad externa, sino que son los que están afeándole al pueblo y a los dirigentes el hecho de que se amparan en una religiosidad externa pero que, en su corazón, y a veces también en sus obras, han dado la espalda a Dios. Los profetas son muy incomprendidos y muy perseguidos. En concreto Jeremías narra todo lo que es el dolor del profeta ante la destrucción inminente de Jerusalén. Es un dolor sensible que incluso luego se refleja en el libro de las Lamentaciones, que según la tradición redacta elsecretario de Jeremías, donde se lee todo el dolor del profeta ¿Qué dolor es ese? No es un dolor físico, a Jeremías físicamente no le pasaba nada especial, es un dolor espiritual, es un dolor del corazón también.
Hay además una serie de expresiones que tenemos en el libro de Isaías, sobre todo en la segunda parte del libro de Isaías, con el llamado Segundo Isaías, con los cantos del siervo, donde aparece esa figura doliente que va a salvar al pueblo, que va como cargando culpas que no son de él. Es una imagen anticipadora de Jesucristo clarísima. Pero sobre todo en ese siervo del Señor de Isaías está la imagen de alguien que lleva un sufrimiento interior, un sufrimiento del corazón, no un sufrimiento físico, que también, pero no solo. Entonces vemos ahí esos apuntes de lo que va a ser, lo que podíamos llamar la teología del corazón, que luego aparece más vívida en el Nuevo Testamento, y revelada de manera plena en el corazón abierto de Jesucristo en la Cruz.
Además nos encontramos otros profetas, sobre todo dos, que en orden se deberían haber mencionado antes, que son Amós y Oseas. Son dos profetas muy imaginativos en su forma de explicar las cosas. Amós es un profeta con un lenguaje muy del campo, con imágenes del campo como la de las viñas de Israel, pero en las que encontramos ahí también una espiritualidad de un Dios que se hace sencillo. Acerca de Dios leemos en Amós hay muy buenas intuiciones, muy sencillas, muy plásticas, muy sensibles; no resulta ahí un Dios abstracto, no aparece ahí un Dios descorazonado ni descorazonador. Y luego sobre todo está Oseas, con todo el lenguaje suyo del amor esponsal, que es muy novedoso por Oseas, aunque no exclusivo de él, pero que aparece con esa característica. Él pinta el amor de Dios hacia Israel como un matrimonio fallido, como un matrimonio donde ella se ha ido por ahí, con otros. Si esto es lo que siente Dios, como un esposo traicionado, resulta una imagen muy fuerte y es que a Dios el pecado le duele mucho, ¡no puede haber casi otra imagen mayor!; solo hay otra imagen de más dolor que es cuando a un padre se le muere un hijo, pero eso lo tenemos ya en Cristo: Cristo es el hijo del Padre que el Padre entrega a la muerte. Pero sin llegar allí, todavía al Nuevo Testamento, casi la expresión más fuerte que se le puede ocurrir a alguien para expresar el dolor de Dios por el pecado del pueblo es ésta de la traición matrimonial, del adulterio, y vemos en Oseas cómo Dios, en lugar de vengarse de su esposa, que era lo normal, pues si esto pasaba la mujer era apedreada, y el hombre se libraba más porque era una sociedad muy machista, pero la mujer era apedreada seguro, en cambio tenemos ahí que Dios en Oseas va en busca de la esposa infiel: Como que Dios se traga su dolor, su humillación y va en busca del pueblo amado.
Resumiendo un poco: Normalmente cuando los estudiosos abordan la teología del corazón de Cristo y se remontan el estudio del vocablo al Antiguo Testamento, pero no se limitan solo a eso, porque en realidad no hay ahí tantos pasajes en los que aparezca la palabra corazón, aunque en los que sí aparece se ve claro lo que se ha dicho al principio: primero, que el corazón en la Biblia, como metáfora, significa la interioridad del hombre, y significa la interioridad de Dios por analogía; y también la capacidad de conocimiento interior y de decisión libre del hombre, y por analogía esto también se utiliza en algún momento referido a Dios. Pero en realidad hay que mirar también una serie de expresiones de lo que podemos llamar el campo semántico afectivo, donde entran también las entrañas de Dios, las entrañas de misericordia. Encontramos además otras expresiones como son la pasión de Dios, de amor, o de airarse ante su pueblo, o del Dios que busca la conversación con el hombre, o del Dios que tiene misericordia, que se compadece, que siente el clamor del pueblo, que es fiel a la palabra dada, que exige reciprocidad, que se duele ante el pecado de traición a esa palabra dada por el pueblo. Hay un montón de ideas y de expresiones que son equivalentes que nos muestran ese cristianismo del corazón,que en el fondo es de lo que hablamos siempre, porque cuando vayamos hablando de lo que es el corazón de Cristo no hablamos solo de la expresión explicita “Corazón de Cristo”, pues no es necesario muchas veces decirla expresamente: Basta con que se diga que Jesucristo nos ama de veras y de verdad, con amor y con dolor, y entonces ya tenemos ahí ofrecida toda esa reflexión sobre el corazón del Señor, que evidentemente se apoya en un símbolo, en una palabra, en un órgano físico como elemento de base, pero que en verdad de lo que estamos siempre hablando cuando hablamos del corazón de Cristo o del corazón de Dios es de una actitud que Dios, y Jesucristo como hijo de Dios y Dios, tienen hacia nosotros, que no es una actitud fría, distante, desapasionada o indiferente. Esta verdad o énfasis queda muy al vivo en el Antiguo Testamento, donde todas las objeciones que se suelen plantear de que es muy “bruto” el Antiguo Testamento se resuelven así, porque es un Dios apasionado. El pueblo de Israel también es muy “bruto” y Dios te tiene que tratarle de tú a tú, a la cara, de frente, y poco a poco ir educando al pueblo y llegamos así a la plenitud que es Jesucristo.
También nos ayuda mucho la tipología bíblica, es decir, sobre todo en el Antiguo Testamento hay una serie de expresiones que están anunciando veladamente a Jesucristo y a la Nueva Alianza pero que se encuentran en el texto, y que hay que saber interpretarlo. Todo en la Biblia hay que saber interpretarlo porque la Biblia es muy dispersa: La Biblia tomada solo como libro de texto es un conjunto muy variopinto son 73 libros, muchos géneros literarios, muchos autores, muchos hechos en la historia de su composición. ¿Qué da unidad a la Biblia? La unidad interna de la Biblia la da Jesucristo. Jesucristo es el que centraliza todos los contenidos bíblicos, pero la Iglesia orante, la Iglesia discípula del Señor, a lo largo de los siglos y con la ayuda del Magisterio, va desentrañando esos códigos, ocultos a veces en el texto bíblico, que nos permiten ir intuyendo lo que es la Revelación, que en Cristo se da plenamente pero que en el Antiguo Testamento se va acercando progresivamente al Señor. Toda esa teología del corazón de Cristo esta tipológicamente anunciada de muchas maneras en los libros bíblicos, con muchas fórmulas, expresiones, con muchas dimensiones del misterio de Dios sobre la culpa del pueblo o del hombre y con la historia de la elección de Dios y de sus promesas.
Hay muchas otras citas interesantes para esta teología del corazón en el Antiguo Testamento. Por ejemplo, en el libro de Jeremías leemos que “el corazón el hombre es engañoso…”; hay también expresiones, e incluso narraciones e ideas, con o sin la palabra corazón, o que pueden tener una terminología diferente, pero para entenderlo hay que ir abriendo más el campo y ver detrás todo ese lenguaje afectivo y sensible que tiene que ver con la Revelación del Dios verdadero. Otro ejemplo: ¿Por qué Dios es tan duro con Moisés, que no le deja entrar en la Tierra Prometida? No le deja porque Moisés, en un momento dado, falla y traiciona a Dios, deja de creer en la palabra de Dios, y dice un salmo que Moisés se había amargado de tantas quejas, de tantas cruces, de tantas insatisfacciones del camino, y es que en la tierra de promisión no puede entrar la amargura, porque la tierra de promisión es el símbolo del Cielo, solo entrará lo que es santo y lo que es puro, y Dios quiere, en Moisés, poner el símbolo de lo que debe ser un corazón adecuado para entrar en el reino de los Cielos, en el que el Antiguo Testamento, que Moisés lo representa plenamente, todavía no entra, y por eso no cruza el Rio Jordán, se queda a las puertas, porque el corazón del hombre bíblico del Antiguo Testamento todavía no es un corazón enteramente purificado para cruzar metafóricamente ese río, que representa las aguas del bautismo, que así se han visto en toda la interpretación que hacen los Padres de la Iglesia del Río Jordán, que cruza el pueblo de Israel para entrar en la Tierra Prometida. También por los Padres se ha intuido esa referencia del Jordán a las aguas que brotan del corazón herido de Cristo en la Cruz, que es de donde nace el Bautismo como sacramento.