Jueves, 04 Enero 2018 12:54

5. Al pie de la cruz

Escrito por AGG
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Jesús hace a María Madre de los discípulos y madre de la humanidad (en cuanto que todos los hombres están predestinados a ser hijos en el Hijo), cuando dice a María: “ahí tienes a tu hijo” (Jn 19,25).

e13a6ebd2fe3c5785cdecb102f6de44aElla no ha dejado de ejercer durante toda la historia esa maternidad espiritual, bajo la que se recogen las funciones de corredentora, abogada e intercesora de sus hijos. Pero corresponde ahora a la Iglesia acoger totalmente esa maternidad espiritual de María (tal como la acogió Juan), proclamando dogmáticamente la verdad de la misma. Hasta que el hijo espiritual (la Iglesia) no proclame plenamente esta verdad, no permitirá que María desarrolle en todo su esplendor su maternidad para con la Iglesia y con la humanidad.

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Comentarios   

Seamos santos también nosotros
Respecto a los santos, cuya amistad debiéramos todos cultivar, que Dios no es un dios de muertos sino de vivos, ¿por qué hablamos de ellos siempre como si fueran cosa del pasado? ¿Por qué nunca se nos ocurre pensar que igual que hubo santos ayer sigue habiéndolos hoy? ¿Fue acaso alguna vez más fácil ser santo?

Desengañémonos, lo que más le gustaría a María, mucho más que la proclamación de un quinto dogma mariano, es que todos quisiéramos de verdad ser santos. ¡Entonces sí que íbamos a ver lo que es bueno!

Le dijo la Virgen a Santa Catalina Labouré: “Estos rayos simbolizan las gracias que yo derramo sobre los que las piden. Las perlas que no emiten rayos son las gracias de las almas que no piden.”

¡Pidamos, pues, y seamos santos!
¡María no es Dios!
Todo cuanto se pueda decir de María arranca, tiene como su principio, en el hecho de ser la Madre de Dios, predestinada desde antes de todos los siglos a que se encarnara en su seno el Verbo de Dios por obra del Espíritu Santo. Por tanto, la objeción que le pones a la maternidad espiritual es igualmente aplicable a la corredención.

Hay una operación en marcha, con cómplices involuntarios, para divinizar a María. Muestra de ello son, por ejemplo, las supuestas apariciones de Holanda, con una imagen de la Virgen que de manera sutil reemplaza a Cristo en la Cruz redentora, o, por poner un ejemplo más cercano y actual, la custodia diseñada por las dominicas del reto, donde se desplaza a Jesucristo del centro de la adoración eucarística.

Brilla por su ausencia en muchas acciones e iniciativas pretendidamente marianas "la dimensión cristológica, que subraya la única y necesaria mediación de Cristo", etc., etc..
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Aclaraciones (2)
En todo caso el empeño por la “corredención” ha de ser por el contenido, no por el término. Aunque es típico en la historia de los dogmas que las palabras nuevas hay que aclararlas mucho al principio, hasta que luego se hacen connaturales: es lo que pasó con "Encarnación", "Trinidad", "consustancial", "transustanciación", etc... pero si esa dificultad nos detuviera, la doctrina de la Iglesia nunca hubiera avanzado. Creo que "corredentora" es lo mejor porque sitúa el asunto en la colaboración con la Redención, que es donde está aquí el meollo, a mi juicio. Quizás cualquier otro término o es equívoco o puede ser acusado de superfluo, pues es el problema del lenguaje humano en relación al misterio salvífico: a la maternidad espiritual se le puede objetar que en realidad ya está contenida en el ser Madre de Dios y por tanto no explica nada nuevo. Y un nuevo dogma trataría de explicar un nuevo aspecto.
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Aclaraciones (1)
Las afirmaciones de santos, y no sólo Madre Teresa, no son irrebatibles, pero sí son para tener en cuenta porque gozaron de luz mayor que nosotros.
Madre espiritual de la humanidad, sí; corredentora, no.
Pretender precipitar una declaración dogmática por supuestas promesas de riquezas sin fin —Santa Teresa de Calcuta dixit— es, cuando menos, inapropiado. Hacer depender el pleno desarrollo de la maternidad de María para con la Iglesia y con la humanidad de la proclamación de este dogma es pura y simplemente un disparate.

La Madre de Dios es tan excelsa que como mejor se la describe es diciendo lo que no es: ¡No es Dios! Habiendo, pues, tanto donde elegir — basten las letanías lauretanas como botón de muestra— cuesta creer que no haya causa más razonable que defender. Por ejemplo, la maternidad espiritual de toda la humanidad, la cual bien podría fundamentar la cooperación esencial de María a la Redención que se quiere significar con el término de corredentora. De este modo, conseguiremos tal vez evitar alimentar sin quererlo un movimiento sutil pero cada vez más acusado en pro de convertir a María en una diosa.

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