Si un término aplicado al Hijo eterno del Padre separó a los cristianos del siglo IV, un término sobre su madre nos llevará a la unidad en el siglo XXI, aunque humanamente pueda pensarse que nos separará más.
Cuando nuestra alma, el alma de la Iglesia, a través de una definición dogmática, proclame la grandeza del Señor que ha hecho obras grandes en su humilde esclava María (cf. Lc 1,46ss), será posible que ella lleve a cabo la unidad de sus hijos. Si en una familia los hermanos se distancian entre sí, el mejor camino para su reconciliación es la labor amorosa y reconciliadora de la propia madre. La unidad de los cristianos no será fruto de los esfuerzos humanos (que no obstante nunca deben faltar), sino que será un don del cielo a través de María (aparente obstáculo del ecumenismo): ella, como madre, es la única capaz de reunir a sus hijos separados en una sola familia.
Comentarios
Yo me adhiero, respecto del ecumenismo, como en todo lo demás, a la sana doctrina del Magisterio, y en modo alguno lo entiendo como un absurdo cambalache. Ahora bien, no ha de ser nuestro amor menor que nuestra firmeza.
La Iglesia hablaba en cierto modo por boca de Pablo cuando éste afirmó “que todo le está permitido, mas no todo siempre es conveniente” (1 Cor 6, 12). Distinto sería si se encontrase un término menos ambiguo. No obstante, doctores tiene la Iglesia.
De posible inoportunidad de nuevos dogmas, etc... recordemos que la Iglesia ha declarado los dos últimos sobre María con toda tranquilidad, y el mundo no se ha hundido ni hemos por ello divinizado a Nuestra Señora. La cuestión es indagar si es verdad o no que en María hay una corredención especial.
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