Miércoles, 28 Noviembre 2018 23:05

Historia de la esclavitud mariana

Escrito por Madre Mª Jesús Becerra, MD
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¿Sabías que según la opinión de muchos santos no es posible amar a Dios plenamente sin amar también a su Madre? María dijo que sí, sin esperar nada a cambio; sólo creyó el anuncio del evangelio y esperó hasta que de ella nació el Mesías. ¿Amas tanto a la madre de Jesús como amas a la Santísima Trinidad? Sobre la devoción por la Virgen se ha escrito y dicho mucho desde que moró entre nosotros. Si quieres saber más sobre la historia de la esclavitud mariana, sigue leyendo…

En el deseo: María Santísima, esclava de la madre del Mesías

San Juan de Ávila: hace decir a la Virgen, en fervorosa oración dirigida a Dios, que le indicase cuál había de ser la madre del Mesías, para ponerse ella inmediatamente a su servicio, como esclava: « . . . que en más estimo ser su Criada y Esclava, que ser Señora de todo el mundo. Y esta merced os pido, Señor, y os suplico me la otorguéis por quien vos sois. Y si esta merced me negáredes, ordenad vos, Señor, otros caminos, para que yo viva en sujeción y obediencia y no use de mi libertad» 

En la realidad: Fr. Juan de los Ángeles: "primero esclava que Madre"

«Honrado título, dignidad inestimable y que todos debemos desear y procurar. Pero ¿de dónde tanta honra a tan infame título en las  leyes  del mundo? De la misma Virgen María y de su Hijo Santísimo. Ella  se apoderó de él al tiempo que el Verbo Divino se apoderó de su Corazón y se lanzó en sus entrañas y se hizo Hijo suyo. Quiso que con la maternidad que dice respeto infinito, anduviese junto ese título de  tanta humildad que dice y pregona sujeción: Ecce Ancilla Domini. Apenas pronunció estas palabras la humildísima Virgen, cuando el Espíritu Santo obró este altísimo sacramento de la Encarnación. ¡Oh cosa grande: primero esclava que madre! Y por ventura  no fuera madre, si no se confesara esclava; porque la humildad de la Virgen, llena de fe, concibió al Divino Verbo. Templa con esta esclavitud la  soberanía y la alteza de la divina maternidad. ¡Qué alto, Madre de Dios; y qué bajo, Esclava de Dios!» 

San José

"Reventábale al santo Josef el corazón de ver tanta humildad, tanta caridad y tanta virtud en aquella Señora que por esposa le había sido dada. Y cuando consideraba que era Madre de Dios, agotábasele el juicio, salía de sí con admiración y el corazón no le cabía en el cuerpo, y la ternura y las lágrimas no le dejaban hablar, y daba alabanzas a Dios que lo ha tomado por esposo de Ella"

San Idelfonso de Toledo 606- 667

San Ildefonso de Toledo, el más antiguo testigo de esa forma de devoción que se llama esclavitud mariana, justifica nuestra actitud de esclavos de María por la singular relación que Ella tiene con respecto a Cristo. Como es obvio estas relaciones reales existentes entre Cristo y María hacen que el culto mariano tenga a Cristo como objeto último. Así lo vio con claridad el mismo San Ildefonso: “Que me concedas entregarme a Dios y a ti, ser esclavo de tu Hijo y tuyo, servir a tu Señor y a ti. Por eso yo soy tu esclavo, porque mi Señor es tu Hijo. Por eso eres tú mi Señora, porque mi Señor es tu Hijo. Por eso yo soy esclavo de la esclava de mi Señor, porque tú, Señora mía, fuiste hecha Madre de tu Señor. Por eso fui yo hecho tu esclavo, porque tú fuiste hecha la Madre de mi Hacedor”  

San Odilón de Cluny

Los biógrafos de san Odilón de Cluny (+1048) afirman unánimemente que practicó la esclavitud mariana y se recuerdan las palabras que pronunció en el momento de su ofrenda: «Recibidme, Señora, a vuestro servicio. Me declaro vuestro esclavo por toda la eternidad»

Movimientos esclavistas en la España de los S.XVI – SVII

1. Sor Inés de San Pablo. Monja concepcionista del monasterio de Alcalá de Henares. Promulgación oficial de la Cofradía de Esclavos, dada el 12 de agosto de 1595.

El P. Melchor de Cetina OFM, en su libro Exhortación a la devoción de la Virgen, Madre de Dios, publicado en Alcalá de Henares, dice: «en los años pasados levantó Dios el espíritu de una gran sierva suya y de su santísima Madre, por nombre Inés de San Pablo, que ya descansa en paz, para que instituyese en este santo convento una cofradía y hermandad de esclavos de la Virgen, Madre de Dios, ansí de las religiosas como de otras personas devotas, para que se empleasen en servir a esta Reina celestial con nombre de sus esclavos. Glorioso nombre para los devotos de esta divina Señora, pues con nombre de esclava del Señor respondió su Señora y Patrona a la embajada que le trujo el ángel ofreciéndole la altísima dignidad de Madre de Dios». Sor Inés de San Pablo era una religiosa franciscana concepcionista del convento de Santa Úrsula de Alcalá de Henares. 

En 1608, Fr. Juan de los Ángeles OFM, revisó y retocó los estatutos de la Hermandad. “El que dio impulso a la cofradía de esclavos del convento de Santa Úrsula de Alcalá de Henares y el que procuró su reconocimiento oficial, fue fray Juan de los Ángeles. Él dice que pasando a Guadalajara llegó a ver a una religiosa de Alcalá que, por escrito, le había comunicado su conciencia y deseaba la aconsejase en el santo ejercicio de la oración. Al oír hablar de la esclavitud dice él mismo: «Confieso en verdad que en oyendo este nombre (esclavo de la Madre de Dios) se me derritió y regaló el corazón y se me llenó el ánima de un desacostumbrado gozo, con un entrañable deseo de verme admitido y escrito en esta santa hermandad» A su celo se debió que se inscribiesen en el libro de los esclavos de la Virgen multitud de personas de toda clase y condición, entre ellas sor Margarita de la Cruz, infanta y luego franciscana en el convento de Descalzas Reales de Madrid”.

2. P. Antonio de Alvarado OSB (1561- 1617): Valladolid

En 1610 erige una cofradía.

3. Cardenal Pedro de Berulle  (+1629): Francia

En 1611 realiza la ofrenda personal a la Virgen. Parece que el Cardenal de Berulle tomó prestada de España, donde él se encuentra en 1604, la idea de la esclavitud mariana. Entre 1611 y 1613, compone un corto escrito destinado a los sacerdotes del Oratorio. Así se expandió a la “Vía de la elevación a Dios sobre el misterio de la Encarnación”, seguido de “una ofrenda a la Santísima Virgen en el estado de dependencia y esclavitud” (edición príncipe de 1644, Montsoult 1960, vol I, p. 414). En una visita que hizo en junio de 1615 a título de Superior del Carmelo de Chalon-sur-Saone, el Cardenal impuso este “voto” a las carmelitas. 

Esto produjo una polémica con panfletos que trajo como conclusión la censura del “formulario de un cuarto voto” por los doctores de Lovaina (22 de enero de 1621), por los de Douia (4 y 18 de julio 1621), y por Lessius SJ. Para responder a estos panfletos y a la censuras recibidas, Berulle compuso Discours de l'état et des grandeurs de Jésus (1623), un Discurso del estado y grandezas de Jesús... Todo comienza por una elevación a la Trinidad, a Cristo y a María. Sigue el voto de oblación «a Jesucristo en el estado de perpetua servidumbre, [...] por el vínculo de perpetua servidumbre». Profundiza en ese voto por la oblación a María: «Me entrego y consagro a Jesucristo en el estado de perpetua servidumbre a su santísima Madre, la sagrada Virgen María, en honor perpetuo tanto de la Madre como del Hijo, y en honor de la prerrogativa que ella posee de Madre de Dios, me presento a ella en este estado y calidad de servidumbre; y me entrego a su grandeza en honor de la donación que el Verbo eterno le hizo de sí mismo en calidad de Hijo por el misterio de la encarnación que ha querido realizar en ella y por ella».

4. San Simón Rojas, trinitario (1552-1624): Madrid

En 1612 Erige la Congregación de los Esclavos del Dulcísimo Nombre de María. “Religioso y sacerdote, no se cansaba de propagar el singularísimo y confiado amor que desde su infancia tuvo a la Virgen María. Un modo muy suyo de vivir y difundir esta devoción era la esclavitud o entrega filial de uno mismo a la Madre de Dios. Él expresaba perfectamente su voluntad de pertenecer a María con una de sus jaculatorias preferidas: "Sea yo, Señora, todo de Vos, y nada tendré que temer". Acojamos con gozo y reconocimiento el mensaje que tantas veces repitió el santo: “No querer hacer ni pensar cosa alguna que no sea en obsequio de Nuestra Señora”.

5. P. Bartolomé de los Ríos, agustino (1580-1652)

En 1613 se graduó en la Universidad de Alcalá de Henares, donde obtuvo el título de Maestro en Sagrada Teología; para entonces ya era muy conocida y practicada la esclavitud mariana en esa ciudad y en otros lugares de España.

6. Pedro de la Serna, mercedario (1580-1643)

Formado en Alcalá de Henares, publica los “Estatutos de los Esclavos de Nuestra Señora, donde se impone la devoción de esta gran Reina a todos los que se precian de aficionados suyos” (Sevilla, 1614).

7. Fr. Melchor de Cetina, OFM

En 1618 publicó la “Exhortación a la devoción de la Virgen Madre de Dios”, en Alcalá. En el capítulo XII dice: «Cuán agradable servicio le sea a la Virgen, Madre de Dios, que sus devotos la deseen servir y que, como fieles esclavos suyos, no falten del cumplimiento de su voluntad y de la de Dios, que, en cuanto hombre, quiso nacer de sus purísimas entrañas, y cuánto se deba preciar el cristiano de criado de la majestad de esta soberana Reina y cuántos sean los intereses que de servirla saquen sus devotos, bien queda probado en los capítulos pasados; con la lección de los cuales creo yo que el verdadero devoto de nuestra Señora habrá concebido unos firmes propósitos de servirla y de saber en qué será más servida para no salir de su voluntad»”.

8. San José de Calasanz

Se formó en Alcalá. En 1618 hace sus primeros votos y, junto a ellos, su Medalla de esclavitud. En el anverso de la medalla, en el espacio central, aparece un escolapio arrodillado —que el P. Caputi hace ser el Fundador— que viste manteo corto hasta las rodillas y tiene el bonete apoyado en el suelo ante la Virgen María, que sentada sobre una nube y coronada de estrellas tiene a su Hijo en brazos, quien sostiene en sus manos una bola —símbolo del mundo— con una cruz. La Virgen María, alargando el brazo, ofrece al escolapio una especie de argolla, cadena o grillo de esclavo de la que pende una medalla o sello de forma circular. La explicación de esta cadena está en una larga cartela sostenida por un ángel y que atraviesa la parte central del anverso de la medalla, en la que aparece una inscripción en latín que dice: Foedus perpetuae servitutis, “alianza de perpetua servidumbre”. Esta parte central de la medalla descrita queda rodeada por un círculo formado por tres cadenas, que están sostenidas por tres doncellas con los brazos extendidos y que están distribuidas como ocupando los vértices de un triángulo. 

Estas tres doncellas recuerdan la visión que tuvo Calasanz el 2 de Agosto de 1599 en Asís, en la que san Francisco de Asís le desposó místicamente con tres doncellas que representaban los votos de pobreza, castidad y obediencia. Este círculo, a su vez, queda rodeado por otro más extenso formado por tres palabras dispuestas encima de las cadenas: vinculo indissolubili votorum, “con el vínculo indisoluble de los votos”, que completa la cartela del centro de la medalla.

9. P. Bartolomé de los Ríos agustino

En 1622, por petición de San Simón de Rojas, es nombrado predicador de la infanta Isabel en Bélgica. En 1626 establece Cofradías de la Esclavitud mariana en Bruselas.

10. Francisco de Olimpio, Teatino

En 1627 publicó en Italia el “Breve ejercicio a uso de los esclavos encadenados de la Madre de Dios”.

11. P. Bartolomé de los Ríos, agustino (1580-1652)

En 1641 publica en Amberes su obra cumbre “Hierarchia mariana”. Extendió la esclavitud mariana a su provincia en Colonia, y luego a toda Bélgica, Alemania, Francia, Italia, Inglaterra y Polonia. “Con razón se le puede llamar el creador del Centro europeo de la esclavitud mariana, el que mejor sistematizó su doctrina y el que más trabajó en su difusión. El puso los verdaderos cimientos de lo que más tarde hizo san Luis María Grignion de Montfort en orden a la esclavitud mariana, pues le cita” (cf. VD, 161ss).

Se han cumplido los 500 años de la esclavitud de San José de Calasanz, y de la gran obra de Gaspar de Cetina. Veamos algunos frutos espirituales de esta Devoción: 

  • «Ecce ancilla Domini. Bienaventurada esclava toda de Dios, y toda para Dios, que ni un pensamiento le llevó el mundo, ni una palabra ociosa salió de su boca; ni hizo obra, que no fuese en servicio del que la crió, y eligió por madre. Ay Vírgenes escogidas de Dios (se refiere a las monjas de santa Ursula de Alcalá), si entendiésedes en cuanto estrecho os habéis puesto, con llamaros esclavas: ya no sois vuestras, sino de Cristo, y de la Virgen: el tiempo que no pensáredes en el Hijo y Madre, tiempo es perdido, como lo dice San Bernardo. Si el mundo os pidiere algo, de lo que suele, o el demonio os tentare, para que pequéis (dice San Fulgencio) que le respondáis, que no sois vuestras, sino de aquel que os compró con su preciosa sangre: y de aquella a quien os entregasteis por esclavas, de vuestra voluntad; que saquen licencia, para lo que quisieren, de vuestro dueño, que sin ella no les podéis hacer placer: y si yo merecí ser esclavo con las esclavas, desde luego despido de mí a mis enemigos, que en ninguna cosa pueden hacer su gusto. Mi corazón, Virgen santa, tuyo es: mis pensamientos, palabras y obras consagro y dedico a ti, Reina del cielo, y por ti, a tu Hijo santísimo, porque sin ti, ¿cómo recibirá tan corta y escasa ofrenda?» 
  • Recordemos lo que la historia narra de San Simón Rojas: más de 20 años pasó en la capital del Reino, que fueron los años de su mayor fecundidad apostólica y caritativa. El rey Felipe III, que lo nombró instructor de sus hijos los Infantes, lo enjuició certeramente con una breve frase: «No he visto hombre que menos sepa a mundo.»
  • Afirma el P. Léthel: “El tratado de Monfort fue de modo particular, la gran arma espiritual en el crisis del 68; fueron años terribles, después del Concilio con el gran Papa Pablo VI, el Papa más grande que llevó todo el peso del trabajo del Concilio, fue verdadero heroico.  Para mí como joven religioso las enseñanzas de Pablo VI, fueron una luz en la noche. En estos años el Tratado de Monfort estuvo siempre conmigo, el texto, el arma más eficaz. Leía Monfort en diálogo con Santo Tomás y los santos del Carmelo”.
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