La perspectiva histórica nos ayuda a entender toda la riqueza de esta espiritualidad del Corazón de Jesús, y así lo vamos a comprobar sin duda en el estudio del siglo XVI. La vida de la Iglesia, que en el fondo es la vida divina en Cristo, se va enriqueciendo como un río, van afluyendo pequeños arroyos y el caudal se hace cada vez más grande. Algo así es la espiritualidad de la Iglesia; la Iglesia peregrina en una serie de tiempos que producen crisis y producen también enriquecimiento de todo tipo y de esas crisis y de esas aportaciones de todo tipo se va fraguando la espiritualidad de la Iglesia. Cuando vamos viendo elementos, como una especie de pequeño despiece de lo que constituye la espiritualidad del corazón de Jesús, y vemos como que se va enriqueciendo a lo largo del tiempo, vamos valorando y entendiendo cuál es nuestro sitio o nuestro lugar en ella, y aquellos aspectos que cada uno de nosotros, a la hora de acercarse al corazón de Jesús, está llamado a vivir. No todos somos iguales y no todos tenemos que vivir las cosas de la misma manera.
Santa Gertrudis de Helfta
Terminábamos el último día hablando de algunos autores que a lo largo de la Edad Media van viendo esa devoción a la humanidad de Cristo, a las llagas, utilizando la palabra “corazón”, pero bastante menos que la palabra “costado”, y que van creando el ambiente para que luego llegue lo manifestado por Santa Margarita en el siglo XVII. Con esto llegamos ya al siglo XVI, pero con una pequeña deuda que vamos a intentar satisfacer en este momento, y es hablar todavía de una mística medieval del siglo XIII, Santa Gertrudis de Helfta. En el siglo XII se produce esa expansión, esa creación y expansión fuerte de la espiritualidad cisterciense, y en Alemania en el siglo XIII y en el XIV surge el florecimiento fuerte de aquel monasterio llamado Helfta, donde explicábamos la espiritualidad de Santa Matilde de Hackeborn, y en esa abadía llega una pequeña niña, con cuatro años, que luego será santa Gertrudis. Primero entra como una niña más a los 5 años, que educaban en el colegio de la abadía. Pensemos que en la Edad Media los monasterios son como grades ciudades monacales, en torno a la riqueza que se origina de índole cultural, pero cultural en el sentido más amplio de la palabra. Cuando hablamos de cultura no hablamos solo de bibliotecas, que también las había, sino avances en el campo de la medicina, de la agricultura… y, por lo tanto, de la influencia del monasterio en su entorno. Podríamos decir que toda una comarca o una pequeña región se enriquece y, por lo tanto, en torno a ese monasterio hay personas y servicios y aldeas que se crean, entre otros las famosas escuelas monacales. En los de varones se educaban niños y viceversa en las de mujeres.
Allí ingresa finalmente como religiosa cisterciense Gertrudis, y en torno a los 26 años recibe una revelación que va a cambiar su vida por completo. El Señor le dice que la salvará, que no tema, y a partir de ese momento ella, que vivía y hacía oraciones, pero no las hacía de forma fervorosa, sino más bien tibia, experimenta un fervor grande en su vida y dice: “Vi la mano que poco antes se me había dado como prenda en las joyas radiantes que anularon la pena de muerte que se cernía sobre nosotros”. Y, efectivamente, comienza su conversión, propiamente hablando, porque aunque era religiosa y creía en Dios, es ahora cuando comienza a tomarse en serio la vida espiritual. Se entrega plenamente a la lectura de los Padres, sobre todo de San Agustín, y de San Bernardo que había muerto no hacía mucho tiempo, y se dejó también de lo que la interesaba más hasta ese momento, que era la gramática, para entrar ahora a considerar la ciencia de Dios, y la teología, y todo eso comenzará a formar en ella una riqueza espiritual grande que cristalizará en tres grandes obras: En El memorial de la abundancia de la divina suavidad,que es una obra al estilo de las Confesionesde San Agustín, una obra autobiógrafa contando las cosas que Dios había hecho en su vida; en un tratado también de ejercicios espirituales, pero no pensemos en los ejercicios de San Ignacio sino que pensemos en algo mucho más orientado a los momentos importantes de la vida religiosa, en que se refiere a algunas consideraciones sobre el bautismo, la toma de hábito, los votos, y a ciertos detalles de la vida religiosa como en una especie de explicación para vivirlos en profundidad; y en tercer lugar en la obra que más nos interesa que es El heraldo de amor divino,de la que alguna parte la hicieron amigos suyos, otra parte la mandó dictar, otra parte la escribe ella, y resulta en el fondo la obra que quizás caracteriza más el aspectoque nos interesa a nosotros de Santa Gertrudis, que es el de constituir para muchos la primera confidente del Corazón de Jesús.
Después de aquella primera revelación a la que hemos aludido antes, la de su conversión, Gertrudis siguió viendo al Señor verdaderamente en distintos sitios, como a la hora de la comunión, etc. Un día en la víspera de la Asunción, el Señor la visita en la capilla durante los oficios de la mañana y la santa nos dice: “Desde entonces se me concedió un conocimiento más claro de Él de manera que empecé a corregirme de mis faltas mucho más por la dulzura de su amor que por el temor de su justa cólera”. Es una expresión muy bonita de lo que es la verdadera conversión, que es siempre una experiencia de sentirme tan amado por el Señor que me mueve a vivir también amándole a Él. Y así comienza la escritura de esas revelaciones, también conocida como El heraldo del amor divino, donde se nos habla en gran medida de esa experiencia del amor de Dios. Ella habla de un rayo de luz, como una flecha, que procedía de la herida del costado de un crucifijo, y cuenta que ella siente su alma derretida como la cera que se aplica al pecho del Señor para recibir la impresión de un sello, y alude así a un matrimonio espiritual en que su alma fue como absorbida por el corazón de Jesús. Si nos damos cuenta, en el fondo, el costado abierto y la esponsalidad son dos cosas que van muy de la mano dentro de la tradición espiritual.
Cuando ella recuesta la cabeza en el costado de Jesús, al estilo del evangelista San Juan, lo hace justamente en la fiesta de San Juan Evangelista, y cuando escuchó palpitar el corazón de Jesús, se vuelve hacia San Juan, que estaba también presente en aquella aparición, y le pregunta si él había escuchado lo mismo en la Última Cena, cuando se reclinó sobre el pecho del Señor, y que por qué no lo había relatado en su Evangelio si era así, y San Juan contesta que la revelación del corazón de Jesús estaba reservada para tiempos posteriores, cuando el mundo, aumentada en él la frialdad, necesitara ser reavivado en el amor. Evidentemente estamos, pues, hablando aquí de una clarísima precursora de Santa Margarita María.
El tránsito a la Edad Moderna
Dichas estas notas preliminares, vamos a pasar de la Edad Media a la siguiente época de la historia, al comienzo de la Edad Moderna. Es bueno que podamos establecer, siempre que damos estos pasos hablando de algún tema, el paralelismo con aquellas cosas que más o menos conocemos todos de la historia universal. Estamos recorriendo desde la perspectiva del corazón de Jesús todo lo que han sido los siglos de la espiritualidad cristiana. Al principio la espiritualidad de los cristianos se fraguó en medio de un clima de persecución y, por lo tanto, la espiritualidad estaba muy unida por la vivencia del martirio que se celebraba en la Eucaristía, y de ahí viene la costumbre que todavía conservamos hoy de consagrar los altares poniendo alguna reliquia de algún mártir, y también se experimentaba ahí esa dimensión comunitaria en torno a la cual se celebra la liturgia. Aunque es verdad que esto era lo que se acentuaba más, no faltaban experiencias de desierto, de silencio. Pensemos por ejemplo en un San Pablo que se retira al desierto de Damasco durante un tiempo, y es una espiritualidad también muy ligada a la Sagrada Escritura. Pensemos que la Escritura, en aquellos primeros siglos, estaba escrita primero en los idiomas que se utilizaban en la época. Esto separaría mucho a la gente, cuando el idioma que se habla, que se conoce y se estudia ya no es el mismo que el original de la Sagrada Escritura, hasta que empiecen a aparecer las traducciones y luego las traducciones extendidas; y también, por lo tanto va a haber una espiritualidad muy ligada a la experiencia y a la cultura de la que la misma Escritura está hablando.
A partir del siglo III sucede la famosa paz de Constantino y deja de haber persecuciones a la Iglesia, y la radicalidad en el seguimiento de Jesús se va a buscar sobre todo huyendo al desierto, donde comienzan a vivirse las primeras experiencias monásticas que se desarrollan al final de la Edad Antigua, pero que tendrán un florecimiento muy grande durante toda la Edad Media, y el pueblo que ya va separándose cada vez más de lo que es la letra de la Escritura accederá a las riquezas de ésta mediante la predicación, y también de las imágenes y las obras de arte que se van empezando a desarrollar en esta época, como las pinturas, y de alguna manera se mantiene viva en cierto modo, mediante esos medios, esa espiritualidad litúrgica y escriturística.
En la Edad Media, poco a poco, sobre todo por la influencia de San Bernardo, va apareciendo en los monasterios una piedad cada vez más afectiva. La raíz última de esta piedad que florece con fuerza en San Bernardo está en la espiritualidad de Orígenes que comenta el libro de “ El Cantar de los Cantares”, que va a ser como el favorito de todos los monjes en esa clave esponsal que presenta a un Dios muy afectivo, como el esposo que necesita el amor de la esposa, y todo esto se irá desarrollando después por influencia de San Bernardo, que es quizás el gran autor de la segunda parte de la Edad Media y también de la época que vamos a explicar ahora. Por tanto, aparece aquí todo el tema de la espiritualidad de Cristo, las llagas, y esto llegará a su culmen en la persona de San Francisco de Asís, que tanto valorará la humanidad de Jesús, y en una espiritualidad que es la que da comienzo a la Edad Moderna que es lo que llamamos “la devoción moderna”, y que se suele citar en latín como la “devotio moderna”.
Hoy entramos en el Renacimiento ya, donde el hombre empieza a ser la medida de todas las cosas en esa frase célebre. La imagen de la oración medieval era el Cristo románico. ¿Cómo es un Cristo románico? Es un Cristo Rey. Pensemos en los“Pantócrator”,en un Cristo que es Señor del universo, juez, rey; incluso los crucificados de aquella época parecían que estaban más entronizados en la cruz que crucificados. Durante la segunda parte de la Edad Media, que es la que corresponde ya al arte gótico, comienza a aparecer en el arte un Cristo más humanado, esos rostros tan majestuosos empiezan ahí a mantener una mayor transparencia de sentimientos, y eso sucede en la época de las ordenes mendicantes, de una piedad más antropocéntrica, donde el hombre va tomando protagonismo en la cosmovisión social y la humanidad de Cristo va tomando más protagonismo en la cosmovisión teológica. Pensemos que esos Cristos, sin negar la humanidad, resaltan más la divinidad, y esto en el Renacimiento va a llegar a su culmen con esta “devoción moderna”.
Hay un autor que va a influir muchísimo en todos los grandes autores del siglo de oro español que es un cartujo, que antes había sido dominico, por lo tanto estamos ya en esa segunda parte de la Edad Media que decimos. Este cartujo, llamado Ludolfo de Sajonia, por lo tanto hablamos de un hombre del norte de Europa, escribe una vida de Cristo donde los elementos afectivos son muy fuertes. Mostrará a un Cristo al que hay que acercarse desde el afecto, y que nos muestra también sus afectos ordenados y ordena nuestro mundo afectivo para que podamos ir ahí. Además ocurrirá algo muy importante, y es que se escribirá esta obra un siglo antes de que sea inventada la imprenta y posiblemente este libro será, después de la Biblia, uno de los más difundidos durante toda la primera Edad Moderna, de tal manera que San Ignacio de Loyola se convierte en parte leyendo de este libro; Santa Teresa de Jesús vive también un despegue importante en su vida espiritual leyendo este libro. Vamos a ir explicando algunas cosas de este libro.
¿A qué autores nos vamos a referir en esta nueva época? Es el Siglo de Oro en España, donde han ocurrido tantas cosas y hay tantos personajes de relevancia. Podíamos pensar en algunos más, pero nosotros nos vamos a fijar en cuatro grandes personajes, y los vamos a citar en orden de menor a mayor importancia pensando en lo que enseñan y en lo que en ello explicitan lo que es su espiritualidad implícita del corazón de Jesús. Primero vamos a hablar de San Juan de la Cruz, después de Santa Teresa de Jesús, luego de San Juan de Ávila y, por último, de San Ignacio de Loyola. Aunque es verdad que San Juan de Ávila tiene una doctrina más explícita sobre el corazón de Jesús, pero será San Ignacio y su influencia la que posibilitará que luego toda la devoción del corazón de Jesús se extienda, cuando varios jesuitas lo asuman como encomienda de la Compañía de Jesús, y la Compañía de Jesús así también lo viva y lo reciba, en lo que se llamó después el “munus suavissimum”,el ministerio suavísimo, el encargo que el corazón de Jesús, a través de Santa Margarita, dirige a los hijos de San Ignacio.
San Juan de la Cruz
San Juan de la Cruz, decía Federico Ruiz, que es quizás uno de los mayores estudiosos del santo, que una de las omisiones de sus escritos es precisamente la falta de escritos piadosos acerca de la persona de Jesús; pero una cosa es que omita y otra cosa es que el santo no los viva: son cosas distintas. La explicación viene de que unas veces uno escribe de aquellas cosas que ocupan un lugar más central en su vida y en su corazón, y otras veces escribe de lo que se le pide que escriba o condicionado por circunstancias para enseñar algo que él considera que tiene que enseñar. San Juan de la Cruz en su poesía, que es quizás la que marca más sus escritos, pues él es sobre todo un poeta, aunque resulta ser también un grandísimo teólogo, lo que hace es escribir sobre todo acerca de la transformación que él experimenta como consecuencia de su experiencia de Dios. Todas sus grandes obras van en esa dirección, y luego escribe porque las monjas cuando iba a dar retiros, ejercicios, etc. o a confesar a las monjas carmelitas, le aprietan mucho para que explique aquello que él había escrito tan bellamente en poesía, y de ahí vienen las grandes explicaciones en prosa de sus poemas: Cántico espiritualy Llama de Amor Viva.
Es ése tema que menos nos interesa desde el punto de vista del corazón de Jesús, pero evidentemente el santo carmelita está viviendo esta piedad afectiva mirando a los afectos de Cristo y también a como Cristo le ama a él y, por lo tanto, a como la gracia actúa cambiando, transformando nuestro corazón y de ahí viene, por ejemplo, ese poema, que no es ni mucho menos central en los escritos de San Juan de Ávila, pero es bien famoso, de “el pastorcito”, donde sin citar las palabras “corazón de Jesús”, realiza un resumen muy bello de lo que es ese corazón de Jesús. Es un poema que hoy está musicalizado:“Un pastorcico solo está penado / ajeno de placer y de contento / y en su pastor ha puesto el pensamiento / y el pecho del amor muy lastimado”. Es una expresión muy acertada para hablar del corazón de Jesús: “pecho de amor lastimado”: Se nos está hablando por tanto del “pastorcico” que evidentemente es Cristo que va hacia la Cruz, y su “pastora” es la Iglesia, y ahí donde hablamos de la Iglesia podemos pensar en cada uno de nosotros, y el pensamiento de Dios somos cada uno de nosotros, y además lo hace así, con un pecho lastimado de amor, una herida de amor, que en otros momentos San Juan de la Cruz utilizará también esa expresión.
Un pastorcico solo está penado,
ajeno de placer y de contento,
y en su pastora puesto el pensamiento,
y el pecho del amor muy lastimado.
No llora por haberle amor llagado,
que no le apena verse así afligido,
aunque en el corazón está herido;
mas llora por pensar que está olvidado.
Que solo de pensar que está olvidado
de su bella pastora, con gran pena
se deja maltratar en tierra ajena,
el pecho del amor muy lastimado.
Y dice el pastorcito: “¡Ay, desdichado
de aquel que de mi amor ha hecho ausencia
y no quiere gozar la mi presencia,
y el pecho por su amor muy lastimado!”
Y al cabo de un gran rato se ha encumbrado
sobre un árbol, do abrió sus brazos bellos,
y muerto se ha quedado asido dellos,
del pecho del amor muy lastimado.
Se habla en el fondo aquí de algo que es muy específico de la espiritualidad del corazón de Jesús, que es de ese sufrimiento de Dios cuando no nos tiene a nosotros. Dedicaremos alguna sesión a este tema de la reparación y a este tema del cuasi sufrimiento de Dios, por decirlo de alguna manera. Estos grandes hombres de Dios han penetrado en el fondo en lo más profundo de eso, en el amor no correspondido del Señor, en la necesidad que tiene Dios de nuestro amor, y es algo incomprensible porque Dios, en teoría, no necesita de nada ni de nadie.
Hay otro detalle en los escritos sanjuanistas recogido en lo que se nos describe como “noticia amorosa”. La palabra “noticia” en San Juan de la Cruz, para que lo entendamos, es lo mismo que conocimiento. Hay varios tipos de noticias o conocimientos y hay uno que es de “noticia amorosa”, que inflama el corazón en el amor. Como al final vamos a hablar de San Ignacio y del conocimiento interno del Señor, que es algo muy característico de San Ignacio y de toda la espiritualidad del siglo XVI, y que tiene unas características claramente comunes, lo dejamos para el final.
Santa Teresa de Jesús
Vamos a entrar brevemente ahora con la gran autora de esta época, la gran santa del siglo XVI, Santa Teresa de Jesús. Tiene una doctrina mucho más explícita y más clara, aunque todavía no utiliza la expresión “corazón de Jesús”, que curiosamente San Juan de Ávila sí. Hay que pensar que Santa Margarita María pertenece al siglo siguiente, y además está formada en la escuela de San Francisco de Sales, que a su vez se había formado con los primeros jesuitas que llegan a Francia a comienzos del siglo XVII y por lo tanto bebe de la influencia de todo lo que se ha labrado en este siglo XVI en España. Todo el siglo XVII francés, que es todo el siglo de la espiritualidad en Francia, y pensamos en el famoso Cardenal Bérulle, en el mismo San Francisco de Sales, en San Vicente de Paúl, por supuesto en Santa Margarita, y en San Claudio de la Colombière, San Juan Eudes… todos estos han sido formados siempre por la influencia de lo que los primeros jesuitas van entrando en Francia.
La Compañía de Jesús, de hecho, aunque de la mano de un español, propiamente nace en París, pues los siete primeros fundadores hacen sus votos en Montmartre, donde se encuentra ahora la majestuosa basílica del Corazón de Jesús en París, y después se trasladarán a Roma, pero tendrán una grandísima influencia en España. En Francia será mucho más lenta su entrada y su expansión, y su fuerza radicará en los colegios, donde se forman todos estos grandes personajes del siglo XVII que hemos citado. Por lo tanto, todo lo que enseñan todos estos autores espirituales del Gran Siglo francés, en gran medida es deudor de lo que ha ocurrido en España en el siglo XVI. Pensemos que Bérulle es el que introduce el Carmelo en Francia, un tiempo después de Santa Teresa y en su estela.
Santa Teresa de Jesús comienza su vida en serio de religiosa después de unos años de haber entrado de religiosa con dificultad y con oposición de su familia, con dolor, pero digamos que se acomoda en la vida religiosa durante un tiempo, hasta que empieza a encontrarse con a un franciscano llamado Francisco de Osuna, que la introduce en lo que se llama la Práctica de la Oración de Recogimiento y que constituye un nuevo tipo de oración que le hace avanzar mucho en la vida espiritual, que ella describe con estas palabras: “Procuraba lo más que podía traer a Jesucristo, nuestro bien y Señor, dentro de mí presente, y esta era mi manera de oración”.Esto va a ser algo bastante característico de esta época, de la devoción moderna, donde ya no es hacer “lectio divina”,es decir, acudir a la Escritura y dejar que Dios me hable, sino que el centro de la oración cristiana va a ser el mismo Cristo y la representación imaginativa de los misterios de la vida del Señor y es en este momento donde se hace esto de la mano del Cartujano, de Ludolfo de Sajonia y de su Vida de Cristo,a la que ella también tiene acceso. Por tanto, su vida espiritual comienza a transformarse al socaire de ese trato con Jesús vivo. Ocurre un episodio significativo cuando ella estaba ya muy aficionada a todos estos libros de espiritualidad. Llega aquel famoso inquisidor de Valladolid, Fernando de Valdés, y escribe una lista negra de libros que eran sospechosos de herejía, pues era tremenda la obsesión que había en España con que la fe fuese pura en aquella época, de tal manera que se pone en entredicho casi la mitad de la biblioteca de Santa Teresa, porque eran casi todos libros prohibidos. Y entonces Santa Teresa se va a quejar al Señor, sufriendo, porque le quitaban del alimento espiritual, y le dice el Señor aquello tan famoso: “No te preocupes, que yo te daré un libro vivo”, es decir, que al final todo lo que los libros nos enseñan es a conocer al Señor, donde está resumida toda la verdadera sabiduría cristiana, y por eso su vida cada vez más consiste en tratar con Cristo vivo. Vamos a dejar que nos lo cuente ella. “Parecíame andar siempre a mi lado Jesucristo, y como no era visión imaginaria no veía en qué forma, mas estar siempre al lado derecho sentíalo muy claro y que era testigo de todo lo que yo hacía y que ninguna vez que me recogiese un poco y no estuviese muy divertida, no podía ignorar que estaba cabe mí”.La consecuencia de esto, dirá ella, será que: “Crecerá en mí un amor tan grande de Dios, que no sabía quién me lo ponía, porque era muy sobrenatural”.Esto es la vida cristiana y el verdadero avance en la vida cristiana: que uno experimenta, que progresa por encima de sus fuerzas porque Dios se lo está dando; y la fuente de donde uno bebe todo esto, pues recordemos el“quien tenga sed, que venga a mí y beba”,es el mismo Jesucristo, en el trato personal con Él.Bebemos cuando experimentamos a Cristo como alguien vivo. El problema reside en que muchas veces tendemos en la Iglesia y en nuestra propia vida espiritual a cosificar, que decimos cosas acerca de Dios, realizamos prácticas religiosas, administramos sacramentos, hacemos oración, pero nos falta muchas veces el convertir esas prácticas buenas en un trato personal con Cristo vivo y con todas las consecuencias. La teoría nos la sabemos, sabemos que esto tiene que ser así, ¿pero de verdad yo vivo tratando a ese Jesús que está vivo? ¿Hablo de Él como una cosa o hablo de Él como de una persona? Es una pena, pero esto mismo a veces se nos escapa cuando se dice: “¿Qué es el corazón de Jesús?”, en vez de: “¿Quién es el corazón de Jesús?”.
Así que Santa Teresa narra esa hermosura de Cristo vivo, y dice ella que quedó impresa esa grandísima hermosura en su alma, y hasta tal punto anda así con Él, cuando uno anda con Cristo vivo, que el final ya sabemos cuál es y es sentir que Cristo me lleva a la Cruz en su mismo puesto, en su mismo lugar. Esto santa Teresa lo cuenta en las séptimas moradas, es decir, en el culmen de la vida espiritual, tal y como ella lo explica, y es en esa entrega mística donde Jesús le da el clavo de la cruz para que se clave ella también junto con Él junto a la Cruz. Algo muy importante es esto que Santa Teresa va a vivir, y que es un poco el caldo de cultivo desde donde puede entenderse también la espiritualidad del Corazón de Jesús, y pensemos que aunque no es explícita la espiritualidad del Corazón de Jesús en Santa Teresa, entra y encaja perfectamente en lo que Santa Teresa enseña, que luego habrá personajes dentro de la espiritualidad carmelitana que integren perfectamente la espiritualidad del Corazón de Jesús. En Getafe, por ejemplo, tenemos el caso de Santa Maravillas de Jesús, y de grandes santos del Carmelo contemporáneo que han vivido todos una fortísima espiritualidad del Corazón de Jesús, y no solo hace falta referirnos a Santa Maravillas, que quizás es la representante más fuerte de esto, sino que también se puede hablar de Santa Teresita de Lisieux, que tiene cartas hablando de cómo ella entiende el Corazón de Jesús. Ella fue miembro del Apostolado de la Oración y lo entendió perfectamente bien y lo vivió e integró en su doctrina de la Infancia Espiritual. Sin la espiritualidad del Corazón de Jesús no se entiende ni la Divina Misericordia de Santa Faustina; de hecho en el Diario Espiritual utiliza más veces las palabras “corazón de Jesús” que “misericordia divina”. Lo mismo ocurre con la vivencia de la Infancia Espiritual de Santa Teresita de Lisieux, que no se puede entender si no es desde esa experiencia del amor que nos invita a confiar y a entregar plenamente nuestra vida en Él.
Algo que es muy característico también de la espiritualidad del Corazón de Jesús es el tema de la humanidad de Cristo. El Corazón de Cristo es el corazón humano donde late ese triple amor que son como tres dimensiones del único amor del corazón de Cristo, que es una única persona: el amor divino, el amor de caridad y los afectos humanos, pero perfectísimamente ordenados, de tal manera que ese amor es plenamente humano y plenamente divino. Esto solo se puede entender desde el papel tan importante que tiene la humanidad de Cristo, y en eso Santa Teresa es una gran maestra. En su época ocurre algo, que es que empieza a haber mucho “iluminado”, es decir, personas que buscaban la vida mística en sí misma. La vida mística autentica es una expresión extraordinaria de un inmenso amor que une a Dios con una persona. En tiempos de Santa Teresa de Jesús había mucho “iluminado” que, precisamente porque quería irse como a las alturas de Dios, miraba con sospecha la humanidad de Jesús, como diciendo que es algo para principiantes, algo que uno al principio de la vida espiritual necesita pero luego ya tiene que remontarse a la contemplación directa de la Santísima Trinidad, a las personas divinas, etc. Fundamentaban eso en aquella frase de Jesús del capítulo 17 de San Juan cuando dice: “Os conviene que yo me vaya”;pero Santa Teresa se negará rotundamente a aceptar esta interpretación, y nos enseñará que la humanidad de Cristo sube al Cielo y eso es lo que tenemos que hacer todos, remontarnos a lo divino y espiritual. Ella dirá que también Jesús dijo en esos capítulos de San Juan que Él es el camino, es la luz, y que nadie puede ir al Padre sino es por Él, y ella dice que ha visto claro que por esa puerta hemos de entrar. La Santa realmente intentó un tiempo aplicar este consejo de estos pseudomaestros de vida espiritual, prescindiendo de la humanidad de Cristo, y ella acabó por sentir y entender que era lo contrario, que cuanto más se acercaba uno a la humanidad de Jesús, que cuando más trataba uno con ese Cristo que es verdadero hombre y que, por lo tanto está cerca de mí y entiende todo lo humano, más al mismo tiempo se eleva uno a las cosas divinas. Por eso decía que por esa puerta, la de la humanidad de Jesús, hemos de entrar. Luego apelaba a los santos de los siglos precedentes, San Bernardo, Santa Catalina de Siena, San Antonio de Padua… todos eran grandes enamorados de la vida de Cristo. En la obra de su madurez, que sonLas moradas,lo deja muy claro. Dice “yo no puedo sufrirlo”, es decir, que no podía soportar que hubiera gente que dijera tales barbaridades porque no ayudan a que la gente esté cerca de Dios. También decía: “Quien no se detiene ante estos misterios, y los trae presentes muchas veces, en especial cuando los celebra la Iglesia católica, ni es posible que pierda memoria el alma de tanto que ha recibido de Dios, de muestras de amor tan preciosas.” La Iglesia, cuando pedagógicamente quiere acompañarnos en la vida espiritual lo que hace es regalarnos un año litúrgico que, en el fondo, es esto también, ofrece un recorrido por los misterios de la vida del Señor.
¿Cuál es el culmen de los precedentes de la espiritualidad del Corazón de Jesús en Santa Teresa? La centralidad de Cristo, Cristo vivo, la importancia de la humanidad de Cristo, este tipo de oración afectiva que viene de esa fuente común que es la Vida de Cristodel Cartujano. Todo esto culmina en esa fiesta que la orden del Carmelo la celebra cada 26 de agosto, que es la Transverberación. Vamos a leer como ella misma cuenta esa experiencia mística en la que Cristo le regala los mismos sentimientos de su propio corazón. “Veíale en las manos un dardo de oro largo, y al fin del hierro me parecía tener un poco de fuego. Este me parecía meter por el corazón algunas veces y que me llegaba a las entrañas. Al sacarle, me parecía las llevaba consigo, y me dejaba toda abrasada en amor grande de Dios.” Es un tema también muy recurrente de los grandes místicos de la Edad Media que es el intercambio de los corazones. Dice: “Era tan grande el dolor, que me hacía dar aquellos quejidos, y tan excesiva la suavidad que me pone este grandísimo dolor, que no hay desear que se quite, ni se contenta el alma con menos que Dios. No es dolor corporal sino espiritual, aunque no deja de participar el cuerpo algo, y aun harto. Es un requiebro tan suave que pasa entre el alma y Dios, que suplico yo a su bondad lo dé a gustar a quien pensare que miento”. Luego cuenta todo esto en una pequeña poesía que podemos leer:
Ya toda me entregué y dí,
y de tal suerte he trocado,
que mi Amado es para mí
y yo soy para mi Amado.
Cuando el dulce Cazador
me tiró y dejó herida,
en los brazos del amor
mi alma quedó rendida;
y, cobrando nueva vida,
de tal manera he trocado,
que mi Amado es para mí
y yo soy para mi Amado.
Hirióme con una flecha
enherbolada de amor,
y mi alma quedó hecha
una con su Criador;
Ya yo no quiero otro amor,
pues a mi Dios me he entregado,
y mi Amado es para mí
y yo soy para mi Amado.
San Juan de Ávila
Vamos a recorrer ahora algún detalle de San Juan de Ávila, que nace justamente en el año 1500, y después de una época de estudios, en una cueva que todavía se conserva en Almodóvar del Campo pasó durante unos años un tiempo de oración y penitencia. Allí sale decidido a ser sacerdote, se ordena con la intención de ser misionero. Se va para Sevilla con la intención de embarcarse y poder evangelizar América, pero finalmente se le impide y lo entiende como señal de Dios, y queda por Andalucía misionando muchos lugares donde ocasionó un grandísimo bien. Fue buen amigo de San Ignacio de Loyola. De hecho, existe una carta donde San Ignacio le escribe muy diplomáticamente, pues la Compañía de Jesús era ya un cuerpo bien ordenado y San Juan de Ávila mantenía algunos discípulos que le seguían a él sin más organización, y le espeta San Ignacio: “Bien convendría, puesto que buscamos lo mismo, que o vosotros os unáis a nosotros, o nosotros a vosotros”; estaba claro que lo que le estaba diciendo es que se hiciera jesuita él y sus discípulos. Muchos de esos discípulos así lo hicieron. San Juan de Ávila actuó como misionero itinerante por muchos lugares, donde creó tanto una escuela de sacerdotes que a la luz de su doctrina pudieron vivir un sacerdocio fructuoso, fervoroso, como también muchos fieles a los que ayudó a entrar de verdad en la vida espiritual.
Es muy notable que San Juan de Ávila insistía mucho en esa espiritualidad de la devotio moderna,en la meditación interior de Jesucristo y de Él decía “que tiene amor y ternura que para explicarla se comparó el Señor con una gallina, que es la que particularmente pierde su frescura y se aflige por lo que toca a sus hijos”. Es una manera aguda de hablar del interior de Cristo y de cómo nuestra vida le llega al Señor. Hay también una muy famosa aquella frase de san Juan de Ávila: “Descansad en la anchura de su corazón”. Él va a hablar mucho y muy claramente del corazón de Jesús: “Es el corazón sin igual más herido por nuestro amor que con la lanzada, amoroso y tierno que iguala la liberalidad, [es decir, la generosidad] con las riquezas y el amor, con el poder y el saber, amoroso y compasivo, más ancho que el Cielo para sufrirnos, cuya anchura entrevé cualquier guerra que un hombre tenga que recibir. Sacratísimo corazón tan lleno de amor para con todos que excedía tanto lo que de fuera parecía, aunque fuera inefable, cuanto excede el cielo a la tierra”.
El Santo se fija muy especialmente en la concepción misma del corazón sacratísimo de Jesús y en la invitación a entrar en Él. Dice así: “Sobre todo metámonos y no para salir luego, más para mostrar en la llagas de Jesucristo y principalmente en su costado que allí en su corazón, partido por nosotros, cabrá el nuestro y se calentará por la grandeza del amor suyo”. El corazón de Jesús es para San Juan de Ávila el interior de Cristo visto y sentido a través de su amor, pero en toda su vida, aunque se manifiesta de una manera muy especial en la Pasión y en la Eucaristía. La experiencia más fuerte del amor de Cristo, y por tanto de su corazón, citado explícitamente muchas veces, la coloca en la Eucaristía. En una plática que dio a sacerdotes dijo: “Párense Padres muy a pensar en su rincón cuando se aparezcan para decir misa. Con qué afectos, gemidos y lágrimas puesto el Señor en la cruz, derramando la sangre por fuera, oraba por dentro por todo el mundo, y procúrenle pedir semejanza de aquel espíritu, parte de aquel corazón tan espinado, para que, pues nos llegamos a rogar en su nombre por todo el mundo, le tenemos en el altar en nuestras manos. Tengamos el corazón a semejanza de sus gemidos”. Cuando san Juan de Ávilahablaba de la Pasión del Señor, hablaba siempre diciendo que hay que fijarse que si mucho padeció fue mucho más lo que amó.
Terminamos con un texto que relaciona el corazón de Jesús y la Eucaristía: “Oh corazón más ancho que el Cielo para sufrirnos y meternos en ti y buscar lo que nos cumple. Estás lleno de deseo de nuestro bien. Es tanto el amor que en tu corazón reina que parece más que no cabes en tu templo por grande que sea, y parece la gente que allí te va a ver en la misa te parece poca por el deseo que tienes de abrazar a todos, y lastimado de lo que pierden los que no van a ti, y como madre ansiosa y cuidadosa del remedio de sus hijos sales a las calle y lugares públicos, y según está escrito predicas en público y das voces en las plazas diciendo: ‘si alguno es pequeño, que venga a mí’.
San Ignacio de Loyola
Vamos a tratar brevemente el tema de San Ignacio. Esa centralidad de Cristo en la espiritualidad cristiana viene dada por esa influencia ya referida de Ludolfo de Sajonia. Ludolfo ofrece una participación muy importante en la vida espiritual al tema de los afectos. Él comenta: “Es notar que como según naturaleza del árbol se cae hacia la parte donde los ramos y los frutos más lo inclinan, así en esta vida uno es más inclinado por sus afecciones, obras y hechos”.Esta frase es clave para entender a San Ignacio, porque él concibe la vida espiritual tal y como la explica en sus Ejercicios, de manera muy clara, muy metódica, diciendo que consiste en una purificación de los afectos. Si mis afectos están todos ordenados hacia Dios, vivo unido a Dios y hago y vivo según Dios quiere, y no puedo actuar según Dios si mi corazón no está buscándolo y deseándolo. Por eso él hablaba de la oración como un “mover los afectos”, y de los Ejercicios Espirituales como una ayuda para esto. Él hablaba que en la oración me uno a Dios con la voluntad, es decir, sabiendo y queriendo vivir al Señor uno tiene que poner su corazón en Él, con la voluntad de mover el afecto.
¿Cómo se transforman los afectos? Si uno no quiere que se le transformen no se le transforman, pero no es un mandato de la voluntad que cambie mi manera de sentir, esto no funciona así, sino que se transforman por el conocimiento interno de Cristo, que es lo que San Ignacio propone como tarea fundamental de los ejercicios espirituales. El conocimiento interno de Cristo consiste en penetrar en el trato de tú a tú con ese Cristo vivo, como nos mostraba también Santa Teresa, y por eso acabamos con este tema, porque resume muy bien la “noticia amorosa” de San Juan de la Cruz, el punto de la importancia de la humanidad de Cristo, el traerlo como amigo verdadero. En eso, ese conocimiento de la interioridad del Señor, uno se queda pasmado de lo bueno que es. No es algo conceptual sino sobre todo nace en el trato con Él, que uno queda impresionado de cómo es el Señor por dentro, y ese conocimiento interno provoca un enamoramiento de Cristo y una semejanza con Él; por eso el conocimiento interno es en doble dirección, de entrar en Cristo pero también que Cristo entra dentro de nosotros. De ahí expresiones que tiene San Ignacio: “con Él”, “como Él”.
En el fondo con San Ignacio se trata de aplicar aquello de la Escritura: “Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón”. Esto lo retrata San Ignacio en lo que él llama los tres grados de humildad: cuando uno realmente es como Cristo, ¿qué vive, que desea?, ¿cómo nota que su mundo afectivo se ha ordenado? En que tiene unos afectos como los de Cristo. El primer grado de humildad es que uno no quiere cometer pecados mortales; el segundo grado de humildad es que uno quiere servir en todo al Señor haciendo su voluntad, entonces ya incluso evita los pecados veniales. Pero dice san Ignacio que cuando uno está identificado con Cristo de verdad lo que quiere es amar mucho y, por lo tanto, quiere sufrir, padecer, ser humillado, trabajar mucho por el Señor. Se va incorporando a la Cruz del Señor y ése es el tercer grado de humildad que uno desea, las cruces, los sufrimientos, para mostrarle su amor al Señor. Quiere elegir y escoger aquel mismo estilo de vida de Cristo, por amor a nosotros, para salvarnos a nosotros, escogió. Cuando uno está en este estado ya no tiene afectos desordenados y ya vive identificado con el corazón de Jesús, traduciéndolo del lenguaje de San Ignacio al nuestro.