Jueves, 22 Noviembre 2018 22:51

María y las almas del purgatorio

Escrito por Marina del Carmen
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La devoción a la Virgen del Carmen está íntimamente ligada a las ánimas benditas del purgatorio, de donde María es Reina y protectora. Es por tanto una devoción muy llena de caridad fraterna, ya que honrando a la Madre del Carmen nos acercamos con cariño a todas esas almas, ya salvadas, que están en camino a la plenitud de la Gloria. Amando pues a las benditas ánimas, agradamos mucho a la Virgen María que las visita y seguramente acorta también su tiempo de llegada al Cielo. Pero vamos a repasar los fundamentos de todo esto:

Virgen del Carmen color¿Qué es el purgatorio? Es el estado intermedio, tras la muerte, entre la tierra y el cielo, donde van las almas seguras ya de su salvación pero que no están del todo purificadas en sus corazones, aunque ya han sido perdonadas por Dios de sus pecados. El purgatorio es un regalo de la misericordia divina, ya que ningún alma con impurezas puede ser del todo feliz en la eternidad junto a Dios.

¿Se puede dudar o negar la existencia del purgatorio? No se puede dudar, ni menos aún negar. Es doctrina de fe católica que, como toda verdad, tiene fundamento en la Biblia y concretamente en 2 Macabeos 12,43-46. No es tema opinable, sino que pertenece al depósito de la fe.

¿Quienes van al purgatorio? En realidad es un misterio que solo Dios conoce. Pensamos que son muchas las personas que van al purgatorio, pues pocos son los que mueren perfectamente purificados; y, por otro lado, deseamos y confiamos en que sean pocos los que se condenen al infierno; esperamos que Dios en su infinito amor y misericordia tratará de suscitar la conversión del pecador hasta el último momento de la vida. No obstante, no debemos jugar con la misericordia de Dios, y hay que asumir que Dios nos ha dado una libertad que Él mismo respeta, incluso para los que se obstinan en el pecado. Algunos santos con revelaciones particulares han “visto” el purgatorio con millones de almas y, a la vez, el infierno también con muchas almas [como sucedió en Fátima], pero con un perfil común: eran pecadores obstinados, y además no creían en la existencia del infierno. Por otra parte, María en Fátima nos enseña que nuestra oración confiada a Dios puede salavar a las almas de ir al infierno. Ella necesita nuestras oraciones y sacrificios para que sus hijos se salven. No escatimemos esfuerzos en ayudar a María a salvar a los hombres.

¿Qué es el “sufrimiento gozoso” del purgatorio? El sufrimiento es de carácter moral, y consiste en revisar toda la vida personal dándose cuenta, desde la mirada de Dios, de la maldad de cada pecado que no ha sido del todo purificado en la conciencia. El purgatorio destruye la subjetividad moral y nos hace comprender el efecto del pecado delante del amor de Dios rechazado, así como también el efecto que nuestro pecado causó en el prójimo y en nuestra alma. La imposibilidad de “volver” a la tierra a remediarlo y, sobre todo, la visión del Corazón de Cristo ultrajado y dañado, causan un tremendo dolor en el alma. El “tiempo” de estar en el purgatorio es decidido por cada alma al ver su pecado, y se acorta por las oraciones de los que vivimos en la tierra. El gozo del purgatorio es la seguridad de estar salvado, y recibir las oraciones que llegan desde la tierra.

¿Cómo amar a las benditas ánimas? Pues rezando por ellas, aplicando la Misa por ellas, comulgando en gracia de Dios tras haber confesado, ofreciendo por ellas los sufrimientos físicos que tengamos, etc., y de ese modo agradamos y honramos a la Virgen María Reina del Purgatorio en su advocación del Carmen.

¡Grabemos en nuestros corazones una constante oración por las almas del purgatorio, y ellas nos la devolverán con sus oraciones, en un raudal de infinitas gracias que se intercambian entre el Cielo y la tierra!

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Comentarios   

Uno solo que se condene ya son muchos (1)
Sobre la cuestión de si se salvan muchos o pocos, con uno solo que se condene ya son demasiados. Condenarse es una injuria infinita al amor que nos amó hasta el extremo. Esto lo han comprendido siempre las almas santas. Y por eso no se encierran nunca en sí mismas, buscando sólo su propia salvación, sino que, con pasión evangelizadora, gastan y se desgastan por la salvación de los demás. Tienen los mismos sentimientos del Señor y esa será su gloria en el Día de Cristo. Dicho esto, a pesar de todas las evidencias que apuntan en sentido contrario, sin pretender con ello alimentar intolerables presunciones, he aquí algunas razones para un optimismo al menos moderado:

La misericordia infinita de Dios.
La justicia misma de Dios.
La voluntad salvífica universal.
El misterio de la divina predestinación.
La redención sobreabundante se Jesucristo.
La intercesión de María, abogada y refugio de pecadores.
La responsabilidad subjetiva del pecado.
Las penas del purgatorio.
Los diversos grados de bienaventuranza.

Para más detalles os remito a la "Teología de la salvación" de fray Royo Marín, donde, con su habitual maestría y acierto, da cumplida cuenta de este asunto, respondiendo también a las objeciones.

No obstante, mi alma dominica me exige salir al paso de algunas imprecisiones sobre Santo Tomás, empezando por la afirmación de que es partidario de la teoría rigorista, con la excusa de una fórmula sacada de un artículo en el que al final acaba dejando la cuestión al juicio de Dios con estas palabras: "Respecto a cuál sea el número de los hombres predestinados, dicen unos que ...; otros, que ...; y otros, en fin, que ..., pero lo mejor es decir que sólo de Dios es conocido el número de los elegidos que han de ser colocados en la felicidad suprema". Los hechos no parecen, pues, autorizar la afirmación de que el Doctor Angélico es partidario de la teoría rigorista.

En cuanto al supuesto error en que incurrió por no defender el dogma de la Inmaculada Concepción, yo me fijaría más bien en su acierto en la defensa de una verdad de fe incuestionable, la cual, por cierto, afecta de lleno --en mi opinión, cuestionándolo, dada la unicidad del Redentor-- al fin inspirador de este foro. Me refiero a la redención universal de Cristo, la cual se veía entonces comprometida por las formulaciones sometidas a discusión. La fidelidad y sumisión de Tomás al Magisterio Sagrado contribuyó sin duda a la satisfactoria solución final, cuyo acatamiento él tenía preconcedido por su docilidad al Magisterio de la Iglesia, al que compete señalar y guardar la "regla de la fe".

(Continua)
Uno solo que se condene ya son muchos (2)
(Es continuación)

La Sagrada Teología, que no puede ser nueva si no sigue siendo antigua, deja de ser verdadera Teología si, en lugar de estar al servicio de la Verdad, con sincera sumisión a la auditoría del Magisterio, se pone al servicio de los deseos más o menos honestos del que se dedica a ella. No es el caso de nuestro santo doctor. Al hilo de esto, y a modo de colofón, no creo que haya más de un tomismo. Tomistas lo somos, en cierto modo, todos los católicos, pero no por ser precisamente expertos en Santo Tomás, que no es condición sine qua non, sino por suscribir en el corazón la segura doctrina del Aquinate, que no es otra que lo que la Iglesia cree.

Y de vuelta al tema que nos ocupa, antes de cerrar esta intervención con dos versículos sublimes del Nuevo Testamento, un breve cuento que ilustra jocosamente la sexta razón que he dado más arriba. En una de sus rondas habituales por el Cielo vio Dios gente intrusa e hizo llamar a San Pedro para interrogarlo. San Pedro protestó que él no dejaba pasar a nadie que no estuviera en su lista, que alguien debía de estar haciéndole contrabando y que probaría su inocencia. Hechas las debidas averiguaciones, inmediatamente mandó llamar a Dios para que viera lo que estaba pasando. Y cuando hubo llegado, el buen portero le señaló a la Virgen María a los muros del cielo subida y desde allí uno a uno iba alzando con inmensa alegría a muchos de los que Pedro en su puerta había rechazado.

Y ya, por fin, termino como había prometido:

"Y vendrán de oriente y occidente, del norte y del sur, y se pondrán a la mesa en el Reino de Dios" (Lc 13, 29).

"Después miré y había una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar, de toda nación, razas, pueblos y lenguas, de pie delante del trono y el Cordero, vestidos con vestiduras blancas y con palmas en sus manos" (Apoc 7, 9).

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"Teología de la Salvación", Antonio Royo Marín (B.A.C.)

"Cuestiones selectas sobre Dios redentor", Comisión Teológica Internacional (1994).

"Lumen Ecclesiae", Pablo VI (1974).

"Un contrabando en el cielo", Eusebio Robledo Correa (Internet).
Seguimos dialogando
Querido David: gracias por tu reflexiva respuesta. Es instructivo dialogar contigo. Te contesto un poco sumariamente. Lo primero, comprenderás que no soy el abogado de Balthasar, ni me identifico con todas sus posturas, aunque reconozco que es un autor al que leo y admiro mucho. Que esté cercano a la "Nueva Teología" no me parece ningún desdoro. En todo caso, yo le citaba como ejemplo de mi argumento, que ni en él (por lo menos en la evolución final de su pensamiento) ni en mí significa decir que el Infierno está vacío. La postura que simplemente digo que debe ser respetada, aunque no sea compartida, y es respetable porque no la creo heterodoxa, es que sobre el número y proporción de los condenados no hay sentencia firme a la luz de nuestra actual comprensión de la Revelación y de la Tradición. Las afirmaciones de místicos y doctores, algunas de las cuales citas eruditamente, de que hay muchos condenados, no significa que esos muchos sean la mayoría (como si voy a una corrida y veo que hay muchos espectadores y deduzco que la mayoría de la gente está a favor de la tauromaquia), y los santos autores que lo afirman no tienen tampoco la autoridad de sentenciarlo de manera dogmática y definitiva, sino como opinión personal, aunque su opinión pesa y mucho. Comprenderás en todo caso que para un sacerdote, un obispo o el Papa, el pensar que la mayoría de sus almas se le van a condenar, con certeza! no es hoy un gran acicate para la evangelización, aunque entiendo que a un individuo particular le ayude a procurar su salvación "con temor y temblor", como diría San Pablo. En cuanto a tu argumento tomista, dos cosas: En su aplicación a la noción de predestinación, precisamente San Francisco de Sales, también Doctor de la Iglesia, en la solución a su crisis personal que citas, optó por discrepar explícitamente de Santo Tomás y San Agustín. Él prefería abandonar la cuestión a una humilde ignorancia, en el abandono esperanzado a la Providencia. Quizá esto influyera en cómo su trato amable supo luego atraer al catolicismo a muchos protestantes, a los que este problema sin duda angustiaba, y no solo porque fueran soberbios. Y en lo personal veo que los diferentes tomismos (porque no hay uno solo, como lo muestra el gran enfrentamiento entre, por ejemplo, Gilson y Garrigou-Lagrange) no aciertan en insistir en la dialéctica naturaleza-gracia, que nos conduce a la aporía de una salvación completamente accidental, como casual. Creo que ahí falta la importancia y el concepto de persona. De esto se resintió la teología del Aquinate al negar él y sus discípulos la doctrina de la Inmaculada, hasta casi las puertas de la definición dogmática. Pero todo esto es el centro de la discusión teológica de los últimos cinco siglos y no podemos abordarlo por este medio. De todas formas, este blog en su primer post manifiesta ya su postura teológica oficial en su "Ideario", que puedes consultar en relación a este tema y otros. Dios te bendiga.
me faltaba
Me falto, añadir, para darle el broche mariano a toda la discusión, precisamente lo que le sucedió a San Francisco de Sales en su juventud, en su particular noche oscura del alma, distinta aptitud que la de Lutero: Siendo muy joven, Francisco comenzó a tener el pensamiento constante y fastidioso de que se iba a condenar, que se tenía que ir al infierno para siempre. La herejía de la Predestinación, que predicaba Calvino y que él había leído [...] Pero el remedio definitivo, que le consiguió que esta tentación jamás volviese a molestarle fue al entrar a la Iglesia de San Esteban en París, y arrodillarse ante una imagen de la Santísima Virgen y rezarle la oración de San Bernardo: "Acuérdate, Oh piadosísima Virgen María, que jamás se oyó decir que hayas abandonado a ninguno de cuantos han acudido a tu amparo, implorando tu protección y reclamado tu auxilio. Animado con esta confianza, también yo acudo a ti, Virgen de las vírgenes, y aunque gimiendo bajo el peso de mis pecados , me atrevo a comparecer ante tu soberana presencia. No desprecies mis súplicas, Madre del Verbo, antes bien, óyelas y acógelas benignamente. Amén."

Al terminar de rezar esta oración, se le fueron como por milagro todos sus pensamientos de tristeza y de desesperación y en vez de los amargos convencimientos de que se iba a condenar, le vino la seguridad de que "Dios envió al mundo a su Hijo no para condenarlo, sino para que los pecadores se salven por medio de Él. Y el que cree no será condenado" (Jn 3,17).
En respuesta al Padre Jaime PÉREZ-BOCCHERINI
Estimado Padre Jaime. Gracias por su respuesta. Será opinable, pero bajo mi criterio, las repercusiones practicas y pastorales pueden llevar a muchos a la confusión e incluso a algo mucho peor.
1) Von Balthasar, que nunca fue cardenal, estuvo inmerso en una polémica en su época por sostener que el infierno estaba vacio. Luego, ante la lluvia de criticas, regulo. Von Balthasar pertenece a la Nueva Teología, que aunque aparezca firme en apariencia, cuando te acercas son como arenas movedizas.

Usted sostiene que mantener que pocos se salvan lleva al fiel a Protentantismo. No lo creo. Es afirmar tanto como que Santo Tomas de Aquino o que los Padres de la Iglesia nos llevan a todos al protestantismo. No voy a acudir al Sr, Von Balthasar. En estos temas prefiero acudir a doctrina segura, a Santo Tomas de Aquino, llamado el Doctor Angélico (San Pio V), Doctor universal (Pio XI), Doctor Común de la Iglesia (Pablo VI), Doctor de la Humanidad (Juan Pablo II). En la Suma Teólogica, Parte Ia, Cuestión 23, Art 7 se afirma: Así, pues, como la felicidad eterna, consistente en la visión de Dios, sobrepasa el estado común de la naturaleza, y de modo especial por haber sido privada de la gracia por la corrupción del pecado original, pocos son los salvados. Y en esto se contempla la inmensa misericordia de Dios, que eleva hasta aquella salvación de la que muchos se ven privados por inclinación natural." Invito a leer el artículo entero.
- Más: San Gregorio: “Muchos alcanzan la fe, pero pocos hasta el reino celestial.” San Anselmo declara: “Hay pocos que se salvan.” San Agustín afirma aún más claramente: “Por lo tanto, pocos se salvan en comparación de aquellos que son condenados“. Y San Jerónimo más de lo mismo. Por último, en internet podrán encontrar un Sermón de San Leonardo de Porto Maurizio (artífice, entre otras, del vía crucis del Coliseo que hace el Papa el Viernes Santo) titulado "El pequeño número de los que se salvan".

Estimado Padre, se equivoca. Más bien, las consecuencias practicas y pastorales de sostener que la mayoría se salva nos lleve a la presunción de la salvación por misericordia de Dios olvidando su Justicia; nos lleva al protestantismo que sostienen que la fe sóla nos salva. Ejemplo: En las Cartas desde Andalucía del reverendo anglicano James Meyrick (1849-1851) nos narra algo que parece bastante actual. En la Málaga de 1850, tras la desamortización, decía "Ahora que vivo entre españoles, le tengo que decir que nunca he contemplado un "protestantismo" más desenfrenado [...] Pregonan que no hacen daño a nadie [...] y aseguran que eso es creer. Añaden que son buenos cristianos" En otra recoge que un paisano dice "Yo ni robo ni mato, y sólo le interesa a Dios y a mi si mi alma se salva o no".

Bastante actual y que piensa la inmensa mayoría espoleados por algunos. Abusan de la Misericordia de Dios. San Alfonso Maria de Ligorio, otro Doctor de la Iglesia, decía: “Cierto autor indicaba que el infierno se puebla más por la misericordia que no por la justicia divina; y así es, porque, contando temerariamente con la misericordia, prosiguen pecando y se condenan" "Con los que abusan de su misericordia para despreciarlo, usa de justicia".

Sostener que todos se salvan o la mayoría, como sostiene San Alfonso María de Ligorio, es poner en ocasión de pecado a los buenos que se esfuerzan por el reino de los cielos ¿Si al final Dios nos va a dar la gracia de convertinos para que esforzarse?: "Si Dios fuera misericordioso con todos los hombres, buenos y malos; si concediera a todos la gracia de convertirse antes de morir, sería ocasión de pecado hasta para los buenos".

¿Crea desesperación? yo creo que no. Lo siento, pero el ejemplo que da de Lutero es no vale, porque Lutero hizo lo que hizo por soberbia y nada más. Muchos santos han tenido la noche oscura del alma, y eso no les aleja de Dios, les acerca porque se asimilan totalmente al sufrimiento redentor de Cristo cuando en la Cruz dice Dios mio, porque me has abandonado, sufrimiento total de sentirse abandono por Dios. Es Salvífico. Decía San Pablo VI: "Este reino y esta salvación puede ser recibidos por todo hombre, como gracia y misericordia, pero a la vez cada uno debe conquistarlo con la fuerza -pertenecen a los violentos dice el Señor (Mt 11,12, Lc 16,16)- con la fatiga y el sufrimiento, con una vida conforme al Evangelio, con la renuncia y la cruz, con el espíritu de las bienaventuranzas."

El Concilio de Trento ya sostuvo que Dios no condena a nadie al infierno. Es el hombre el que voluntariamente lo hace. Después de decir que nadie puede saber con certeza si recibirá o no el don de la perseverancia final, añade, sin embargo, que «todos deben colocar y poner en el auxilio de Dios la más firme esperanza» , ya que «Dios no manda imposibles a nadie, sino que al mandar avi­sa que hagas lo que puedas y pidas lo que no puedas y ayuda para que puedas»
Lleva a todas las almas al cielo
Queridos Jaime y David, aunque el objetivo del FMD sea reflexionar sobre la Virgen María más que sobre el número de los salvados, me alegro de que al menos con este artículo se esté abriendo un diálogo interesante. Ciertamente es una cuestión compleja, y que sólo Dios conoce, y que todavía hay muchos factores en juego (y los habrá hasta el día final) para determinar definitivamente si serán muchos los condenados, los del purgatorio, y los salvados directamente al cielo.
Gracias a vuestras intervenciones he estado dando vueltas al tema, y a la intervención de María en Fátima a la que aludía David. Ciertamente María mostró el infierno a los niños, y ciertamente no lo vieron vacío; y también ciertamente podría ser una visión profética "condicionada"... pero tampoco hay duda de que María en la tercera aparición pidió a los niños no solo que rezasen el rosario todos los días por los pecadores, sino que además añadiesen al final de cada misterio esta oración:
OH JESÚS MÍO, PERDONA NUESTROS PECADOS, LÍBRANOS DEL FUEGO DEL INFIERNO, LLEVA AL CIELO A TODAS LAS ALMAS, ESPECIALMENTE A LAS MAS NECESITADAS DE TU DIVINA MISERICORDIA.
Es decir, María quiere que pidamos que todas las almas vayan al cielo (no unas pocas o unas muchas, sino "todas")... por lo tanto lo desea, y lo considera posible... considera nuestra oración constante suficientemente poderosa como para alcanzar eso... No quiero creer que nos haga suplicar algo que en sí mismo es imposible... Y el primer paso para dejar de pedirlo es dejar de creer que es posible... Quizá se refiera solo a todas las almas de los que todavía no están en el infierno (y éstas ya serán seguramente unas cuantas), pero lo que está claro es que quiere que recemos y trabajemos y nos desgastemos creyendo que podemos llevarlos a todos al cielo.
Muchos santos, y muchos pasajes de la Biblia, dan a entender lo siguiente: la salvación de muchos dependerá de la fidelidad de unos pocos... ¡¡Seamos esos fieles que Dios necesita para salvar a muchos!!
Ya decía Jesús a Pedro cuando éste se escandalizaba de lo difícil que iba a ser salvarse: "Para los hombres es imposible, pero no para Dios".
Esperar para todos
En respuesta a David, debo puntualizar que no es bueno apresurarse en la validez del argumento que utilizas, que creo poder resumir en la frase "aunque queremos que se condenen pocos, sabemos que se condenan muchos".

Como es bien sabido, fue el célebre teólogo Von Balthasar, creado cardenal por San Juan Pablo II al final de la vida de aquel, el que argumentó la posibilidad (aunque no la certeza) de que el cristiano lícitamente puede esperar (y rezar y actuar) que se salven muchos. No es una certeza, sino una esperanza.

Ante la objeción, de la que tú David te haces eco con razón, de que la Escritura y las visiones místicas están llenas de un Infierno a rebosar de gente, se pueda quizás, según Balthasar, adecuadamente opinar que se trata de profecías de advertencia, en el sentido en que un padre le amenace a su hijo con un castigo que finalmente no cumpla. Es preciso reconocer que ésta se trata de una interpretación improbable de la Escritura y Tradición, pero no la creo herética ni imposible.

Con esto no se niega la posibilidad real del Infierno, pero hay al menos una cosa que me convence de los argumentos de Von Balthasar: como sacerdote tengo observado que es frecuente que quienes insisten en la multitud de los que se condenan, parecen muchos de ellos (no todos) considerarse entre los que probablemente se salven, y es una contradicción, porque si el Infierno resulta ser lo más probable, también es lo más probable la condenación de cada uno de nosotros y de nuestros seres queridos. No parece casar esto bien con la alegría del Evangelio, y en realidad desanima la evangelización más que alentarla. E históricamente es sabido que por esta pendiente se resbaló Lutero precisamente, pues al considerar tan improbable su salvación se echó en manos de la falsa noción de una fe sin obras. Distinta fue la solución de San Francisco de Sales, que en parecida crisis escogió un cristianismo hecho de amabilidad y dulzura. En consecuencia, querido David, te aconsejo que seas más prudente en lanzar censuras hacia frases y formulaciones que en realidad se encuentran dentro del marco de la ortodoxia y de lo legítimamente opinable.
Gracias por la respuesta
Estimado hermano Agustín, Gracias por la respuesta. Creo que la redacción ahora esta mejor.

De todos modos, nuestro deseo puede ser loable porque nos inflama el amor por los hombres para que se salven (Dios quiere que todos los hombres se salven 1 Tm 2,4), pero las Escrituras Sagradas son claras a nuestros pesar. De esta forma Lc 13, 24: "Esforzaos para entrar por la puerta angosta, porque muchos, os digo, intentarán entrar y no podrán" y más claro en Mt 7, 13-14, 21-23: "Entrad por la puerta angosta, porque amplia es la puerta y ancho el camino que conduce a la perdición, y son muchos los que entran por ella. ¡Que angosta es la puerta y estrecho el camino que conduce a la Vida, y que POCOS son los que la encuentran”!

Nuestro Señor Jesucristo habla del pequeño rebaño en Lc 12,32; profetiza sobre su segunda venida: "pero cuando venga el Hijo del Hombre ¿encontrará fe sobre la tierra?" (LC18,8), sobre la Gran Tribulación, habla de "habrá una gran tribulación, como no la hubo desde el principio del mundo hasta ahora, ni la habrá- Y de no acortarse esos días, no se salvaría nadie; pero en atención a los elegidos esos días se acortarán" Véase que, desgraciadamente, la tendencia que nos comunica el Señor es de más a menos, es decir, que si no se acortarán los días no se salvaría nadie. Y esto conecta con el misterio de iniquidad de San Pablo, la gran apostasía que vendrá. Así también el Catecismo en sus ordinales 675 a 677, donde se dice en este último: La Iglesia sólo entrará en la gloria del Reino a través de esta última Pascua en la que seguirá a su Señor en su muerte y su Resurrección (cf. Ap 19, 1-9). El Reino no se realizará, por tanto, mediante un triunfo histórico de la Iglesia (cf. Ap 13, 8) en forma de un proceso creciente, sino por una victoria de Dios sobre el último desencadenamiento del mal (cf. Ap 20, 7-10)".

Me quedo con las palabras que no vendrá por un "triunfo histórico de la Iglesia" y la remisión que hace a Ap 13, 8 donde se dice, sobre la bestia que "Y le adorarán todos los que habitan la tierra". Más encontramos en Mateo 24, 912 cuando dice "seréis aborrecidos de todos los pueblos a causa de mi nombre", "Se escandalizarán muchos", "muchos falsos profetas que engañaran a muchos" y que "por el exceso de la maldad se enfriará la caridad de muchos".

Y que decir de las parábolas del Señor que dicen que sois la luz del mundo o la sal de la tierra, que vienen a reafirmar otra vez que a nivel cuantitativo, el rebaño es pequeño en proporción con lo existente (el mar dispone del 3,5% de sal, 35 gramos por cada litro de agua, ¿qué decir de la proporción de luz sobre la noche?).

Todo ello no deja de ir en consonancia con las apariciones y advertencias de Fatima, la cual, si resulta que pocos van al infierno y la mayoría se salva, sencillamente no tiene ningún sentido: "Que no ofendan más a Nuestro Señor, que está ya demasiado ofendido -aparición del 13.10.1917" "Rezad mucho, haced sacrificios por los pecadores, por muchos van al inferior porque no hay nadie que se sacrifique y rece por ellas - aparición del 19.08.1917".
Respuesta
Querido David, en primer lugar, gracias por dejarnos tu comentario, que nos parece muy valioso. Corregiremos aquello del texto que pueda dar pie al error.
En segundo lugar, comento algunos puntos:
1. Estamos totalmente de acuerdo en que ni en este ni en ningún blog de la web del FMD deben deslizarse verdades ausentes en la fe católica.
2. Un blog, por naturaleza, expresa tanto datos como la opinión de un autor, para que puedan reflexionarse, o debatirse en los comentarios posteriores.
3. El principal responsable de un blog es siempre su autor, en este caso, Marina del Carmen.
4. Yo no soy Marina del Carmen, pero no creo que esté citando a la supuesta vidente Mirjana. De otro modo, lo habría dicho explícitamente. Yo ni sabía que Mirjana hubiese afirmado que la mayoría de las almas se salvasen.
5. Por otro lado, el blog tampoco afirma que esto sea así, sino que expresa un deseo: "Creemos que ... y, por otro lado, esperamos que sean pocos los que se condenen al infierno". Es el mismo deseo que expresó la Virgen en Fátima: pide que recemos el rosario para que sean menos los que se condenen y más los que se salven. En cuanto opinión personal creo que no es censurable, y tampoco como deseo, que creo que es lo que expresa.
6. Por otra parte, es cierto que no sabemos la proporción entre los que se salvan y condenan (entre otras cosas porque dependerá de cuantos rosarios recemos y cuán fieles seamos al Señor). Pero sea cual sea la proporción, siempre serán muchos los que se condenen, y serán muchos los que se salven, porque las almas humanas son muchísimas... supongamos que se condenan mil millones de humanos. Todos estaríamos de acuerdo en que son muchísimos; muchos más de los que Dios desearía... pero también es verdad que no serían la mayoría de las almas humanas. Muchos significa solo eso, "muchos", no habla de proporcionalidad.
7. Es una cuestión que siempre ha preocupado, y que ya preguntaron por ella los discípulos: "Señor, ¿serán muchos los que se salven?". Hagamos como Jesús, que no respondió ni que sí ni que no, sino diciendo que nos esforcemos por salvarnos y porque sean los más posibles los que se salven.
¿La mayoría de las almas van al purgatorio?
Con todo el respeto y el corazón, creo que un Blog que se llama "La Ventana de Fatima" no se pueden deslizar verdades que no pertenecen a la Fe Católica.

Esa idea esta deslizada de la no aprobada aparición de Medjugorje. En la verdadera aparición mariana de Fátima, nuestra Señora no vaciló en enseñarle a tres pequeños niños la terrible visión del infierno, y con mucha tristeza les advirtió, que eran muchas las almas que se perdían en este lugar de tormento. Sin embargo, Mirjana, vidente de Medjugorge sostiene algo muy diferente: que la mayoría de las almas, se salvaba, pasando primero por el Purgatorio.

¿Es necesario mencionar el Evangelio sobre la puerta estrecha? Por favor, corrijan eso por amor a Dios y a la Virgen de Fátima.

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