Sábado, 02 Febrero 2019 18:31

El Corazón de Cristo en la teología del Nuevo Testamento (parte 2)

Escrito por Jaime Pérez-Boccherini
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El 13 de noviembre tuvo lugar el tercer encuentro formativo con motivo del centenario de la consagración de España al Sagrado Corazón de Jesús. Como en ocasiones anteriores, fue en la parroquia de San Salvador (Leganés), y el tema abordado, el Corazón de Cristo en la teología del Nuevo Testamento. Hubo dos intervenciones: la primera a cargo de D.Víctor Castaño, comisario del susodicho centenario, que puede leerse en el anterior artículo; y la segunda, por D.Jaime Pérez-Boccherini, que es la que recogemos aquí. [LA INTERVENCIÓN DE D.JAIME, A PARTIR DEL MINUTO 32:45]

 Ya decía el Concilio de Trento que todos los libros de la Biblia son igual de dignos, pero se ha sugerido muchas veces, entre los Padres de la Iglesia y otros autores, que dentro de la Biblia, el Nuevo Testamento guarda como una mayor preferencia y, a su vez, dentro del Nuevo Testamento, esa preferencia la ostentan los evangelios y, a su vez, dentro de los evangelios, quizás sea San Juan, según muchos autores, Orígenes en particular, el que parezca ser el que más se acerca en algunos aspectos al misterio mismo de Cristo. San Juan si destaca en algo es precisamente por esa revelación del corazón de Cristo en sus escritos, tanto en el Evangelio de Juan, como en las Cartas de Juan como en el Apocalipsis. 


No vamos a entrar en el debate de la teología bíblica de si Juan es exactamente el autor literal de todo esos escritos, ya que se discute entre los estudiosos que pudieran haber sido escritos por algún discípulo de él, pero en todo caso todo queda dentro de la misma comunidad que se llama joánica, es decir, el conjunto de las comunidades cristianas que Juan funda o en las que Juan influye, y de alguna manera se trata de escritos todos que responden al legado espiritual del Discípulo Amado, que habitualmente se ha identificado en la Tradición con San Juan, el Apóstol y el Evangelista. Ahora bien, de esos escritos joánicos, del evangelio, de las tres cartas y del Apocalipsis, vamos a destacar siete puntos muy breves:

1.- En primer lugar, uno más general, algo que llama mucho la atención en el Evangelio de Juan es que Jesús aparece muchas veces conversando. Quizás sea éste el gran evangelio de la conversación de Jesús, más que los demás. En Mateo, por ejemplo, aparece más Cristo como el que tiene discursos como de rey, que es ésa la visión cristológica de Mateo, por ejemplo la que hallamos en el trasfondo del Sermón de la Montaña, el de las Bienaventuranzas... ese sermón no está en Juan sino en Mateo, aunque hay una versión en Lucas, pero la más conocida es la de Mateo. Aparece Cristo en Mateo como alguien con un gran señorío en lo alto del monte, de la colina. En cambio en Juan, aunque también hay discursos de Jesús, mantienen como una forma más dialogada, suceden como en una conversación. Cristo conversaba, entraba en esa sencillez del dialogo. Eso es como muy de corazón. Una primera alusión a esa teología del corazón en Juan está ahí por tanto, en esa actitud de Jesucristo, en ese diálogo incesante con todos, en esa conversación sencilla. Como modelo de conversación encontramos la de la vocación de Juan, en la hora décima, cuando iban Juan y Andrés con curiosidad tras de Cristo y como que se preguntan: “¿quién es este Jesús?”; Jesús se da la vuelta y les dice: ¿Qué buscáis?, y le preguntan a su vez: ¿Maestro, dónde moras?, y Él les replicó: Venid y lo veréis. Y se fueron con Él y pasaron con Él aquel día, en conversación... Así se nos relata la vocación de Juan. Encontramos así por doquier en el Evangelio una forma de hablar del Señor muy de corazón.

2.- Apuntando algún detalle más en el segundo punto nos detenemos en el episodio de las bodas de Caná, que solo aparece en Juan, y que supone según éste el primer milagro de Jesús. Se trata de un milagro de convertir el agua en vino y con el vino hay obviamente una serie de referencias, pero una de ellas muy clara a la Eucaristía, a la sangre de Cristo, pero es que en el ser humano la sangre esta precisamente bombeada y continuamente impulsada en el corazón. Aquí hay por tanto una alusión indirecta a ese corazón de Cristo que es el que va a transformar el agua de lo cotidiano, de la rutina, de lo gris, de lo monótono, que lo pone el pecado, y lo va a transformar en la alegría del reino de Dios por medio de la pasión de Cristo, de su entrega y de su derramamiento de sangre por nosotros.

3.- Tercer punto, más importante todavía y más claro, que hallamos en el capítulo 7 de San Juan, versículos 37-38. Esto es muy conocido y hay dos traducciones distintas sobre ello y se ha discutido mucho de cuál de las dos es la mejor.

  • Una de ellas, la de los Padres Bover y O’Callaghan nos dice: Estaba Jesús en el templo, en la fiesta de las chozas y se puso en pie y levantando la voz dijo: Quien tenga sed venga a mí y beba, quien cree en mí, como dijo la Escritura, manarán de sus entrañas ríos de agua viva.
  • En la otra traducción, con la que se discute cual será exactamente el sentido original del versículo, se nos dice que es de las entrañas de Cristo de donde brotaran ríos de agua viva: El que se acerque a Cristo, de las entrañas de Cristo, que en el fondo es el corazón de Cristo, brotaran ríos de agua viva, que es el Espíritu Santo, las aguas vivas, la gracia de Dios.

Esta segunda traducción en el fondo viene a decir prácticamente lo mismo que la primera, porque en cualquier caso el que se acerca a Cristo dejará que sus entrañas, las del cristiano, se transformen y del cristiano broten ríos de agua viva, broten las gracias de la salvación, pero en el corazón del cristiano eso se recibe porque se recibe del corazón de Cristo. De una manera o de otra, de una traducción o de otra, el caso es que ahí hay un llamamiento del Señor a como decir: “Venid a mí, que de mi interior brotaran esos ríos de agua viva que luego aflorarán en el interior del creyente, del que se acerque al Señor”.

4.- Mas expresamente todavía, tenemos una referencia en el capítulo19 de San Juan, que es el de la Cruz: Cuando ya está el Señor muerto en la cruz, querían bajar los cuerpos y se dan prisa, y a los dos ladrones les rompen las piernas para que se ahoguen, porque no pudieran apoyarse en las piernas para respirar y mueran rápido y así descolgar los cadáveres; pero con Jesús se encuentran que ya estaba muerto, pero para asegurarse le clavan la lanza en el costado y entonces leemos en Juan 19,34 que uno de los soldados con una lanza le traspasó el costado y salió al punto sangre y agua”. A esto Juan le concede mucha importancia. Tanto es así que aquí cita varios pasajes bíblicos para insistir que eso él lo ha visto y, que además ahí, se cumplen las profecías, porque en ese costado abierto del Señor brota sangre y agua.

La sangre es lógico que brote pero, ¿por qué brota el agua?: Porque físicamente hablando, la lanza, al entrar en la parte del corazón que ha sido sometido a un gran esfuerzo físico, como es el caso de la Pasión, suele el corazón en general exudar ahí una especie de sudor hidrificante alrededor de él para refrigerarse, es una hidratación con agua. Se generó entonces una bolsa de agua en torno al miocardio y, probablemente, al pinchar la lanza en el corazón brotara la sangre que estaba formada alrededor del corazón acumulada como fruto de la gran fatiga física que sufrió el Señor en la Pasión.

Esta es una explicación física, pero San Juan va más allá, y dice que esa sangre y esa agua consisten en símbolos, a su vez, de vida, y esta interpretación es en la que se han fijado los Padres de la Iglesia, como San Ireneo de Lyon y San Hipólito Romano, y otros muchísimos autores, y que han descubierto ahí una doble alusión: al agua del Bautismo y a la sangre de la Eucaristía, que brotan del costado abierto, y el costado abierto no es más que la apertura del corazón de Cristo atravesado por la lanza, es decir, por nuestros pecados, a saber, por la pasión redentora que Él sufre por nosotros. Por tanto, del corazón abierto de Cristo, según San Juan, se funda la vida cristiana, se funda el Bautismo y la Eucaristía, que son los sacramentos fontales de la vida cristiana.

Una pregunta típica, un poquito trampa, planteada a veces a los alumnos en exámenes de teología, es la siguiente: ¿El Bautismo, en dónde empieza? Y se suele contestar que es en el río Jordán, cuando Jesús se bautiza, pero no es del todo exacto. Es verdad que en el río Jordán Jesús instituye lo que será el Bautismo, pero la fuerza o virtud del Bautismo no proviene de la ablución por Juan el Bautista a Jesucristo. La fuerza del Bautismo proviene de la Cruz. El Bautismo a lo que nos incorpora es a la Cruz, a la Redención, a la Salvación, y esa Cruz es la que nos dona el Bautismo. ¿Por qué se vierte tres veces el agua sobre los niños al ser bautizados? Por la Trinidad invocada, indudablemente, pero también se nos ofrece ahí el símbolo la sepultura durante tres días, en el que es sepultado simbólicamente por el agua. Aunque el Bautismo consista no más que en echar un poquito de agua en la cabeza del infante, nos muestra en su ritual el símbolo del enterrarse en el agua a semejanza de cómo Cristo fue enterrado en el sepulcro, porque el cristiano tiene que aprender, por la gracia de Dios, a morir a sí mismo, al mundo y al pecado para resucitar para Dios: eso trae la consecuencia moral del Bautismo. Y, ¿dónde encontramos la fuerza y la fuente de ese sacramento, que es la puerta de la vida cristiana? En el corazón de Cristo abierto en la Cruz, ahora está la fuente de la salvación.

5.- Otro momento importante, más adelante, en el evangelio de Juan, nos lo brinda la actitud del Apóstol Tomás que no se cree que el Señor ha resucitado, y dice que si no toca las heridas, él no se lo cree; y el Señor ocho días después, en el Cenáculo se le muestra y le responde: Tomás, trae tu dedo y mira mis manos y mete tu mano en mis manos y en mi costado y no seas incrédulo sino creyente. El cristiano está llamado a tocar espiritualmente las llagas de Cristo, es decir, los símbolos de su amor redentor por nosotros, y en especial a tocar espiritualmente la herida abierta de su corazón, porque físicamente hasta que no vayamos al Cielo no lo podremos hacer, pero espiritualmente podemos ya tocar como Tomás sí lo hizo físicamente, pero bienaventurados los que crean sin haber visto, les dijo el Señor en ese momento. Bienaventurados si podemos espiritualmente tocar el costado abierto de Cristo y encontrar ahí el sentido de nuestras vidas. El sentido de nuestra vida radica en esa herida abierta del costado de Cristo, por donde brotó nuestra salvación, la sangre y el agua, que son símbolos del Bautismo y la Eucaristía, como ya hemos dicho.

6.- Otra mención que hay que apuntar de Juan es ahora muy sencilla, está en lo que dice en su Primera Carta: Dios es amor, es decir, que decimos que Dios es amor porque en el fondo estamos diciendo también que Dios tiene corazón, que Dios nos ama de verdad. Cristo tiene corazón físico en el Cielo con su cuerpo glorioso y resucitado, pero Dios tiene corazón en el sentido de que Dios nos ama de corazón, es decir, de veras, pues Dios es amor y el que ama permanece en Dios, según otras tantas frases joánicas.

7.- Por último, en el capítulo cinco del Apocalipsis aparece el Cordero degollado, triunfante y resucitado en el trono celestial, en el Cielo. El centro del Cielo es así Cristo vivo que resucitó con sus heridas abiertas. Es el Cordero degollado, el que está sentado como rey en el Cielo. Entonces hay también ahí una alusión, un poco más indirecta en este caso, a esas heridas de la Pasión de manos y costado, porque a Cristo no le degollaron en realidad. Es una imagen, la del degollado, la imagen del cordero pascual sacrificado. Degollar corderos era lo que ofrecían los judíos por pascua en el templo, era el sacrificio pascual. Lo que nos está diciendo aquí Juan es que con sus heridas Cristo es el verdadero cordero degollado del templo. Él es con esas heridas y, sobre todo, con ese costado abierto, con ese corazón abierto, el que será para siempre el rey, aquí y en la eternidad. Ese es el gran mensaje que nos ofrece San Juan.

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