Nuestro personaje nació en junio de 1944 en La Motte (Québec); por tanto, ahora tiene 80 años de edad ya cumplidos. En el año 2020 fundó el Centre de Recherche des Vocations, que trabaja para promover el renacimiento y la complementariedad de las vocaciones bautismales. En el año 2024 publicó: "Palabra, Sacramento, Carisma. Riesgos y oportunidades de una Iglesia sinodal" en la editorial Claret (Madrid). En esta obra pretende ofrecer unos prolegómenos para una eclesiología sinodal, pues el cardenal cree que la eclesiología católica adolece de una deficiencia pneumatológica ampliamente reconocida hoy, pero aún no suficientemente teorizada y corregida en la práctica. Gracias al Concilio Vaticano II se universalizó el concepto de misión, se clarificó la naturaleza sacramental de la Iglesia, se oficializó la llamada universal a la santidad, se completó el estudio de la sacramentalidad del episcopado y se dio un lugar de honor a los carismas. Se pregunta el cardenal: "¿qué nos falta todavía?, ¿cómo podemos articular estas adquisiciones a fin de que cada comunidad cristiana y la Iglesia entera seamos comunidades misioneras, conscientes de ser enviadas al mundo para llevarle la alegría del Evangelio?"
Palabra, Sacramento, Carisma: es la tripartición que puede apuntalar el futuro de una Iglesia sinodal. En la página 89ss. podemos leer:
"el Espíritu previó la recepción del Don último que Él es, al potenciar exponencialmente la fe de la Iglesia Esposa mediante la participación de la Virgen María en la Pasión del Redentor. Ya había garantizado su fiat al misterio de la Encarnación en la Anunciación. Había anticipado su participación en la economía sacramental mediante su papel maternal en Caná. Prolongó su fiat incondicional al pie de la Cruz, fecundándolo de nuevo con la muerte del Verbo, su Hijo, extendiendo así su maternidad espiritual a toda la humanidad. Como Nueva Eva, María precede, en cierto modo, a la economía sacramental, ya que es su Madre por su perfecta disponibilidad al Espíritu Santo, que la asoció a todo el Amor sufriente del Redentor. Este matrimonio de sangre fue sellado por el último aliento del Crucificado, preludio del Don del Espíritu que Cristo resucitado insuflaría después sobre los Apóstoles para la remisión de los pecados y la configuración de toda la economía sacramental, desde los siete Sacramentos hasta la Iglesia-Sacramento, que irradia la comunión trinitaria en toda la comunidad humana hasta la plenitud del Reino".
Me parece que la misión de la Bienaventurada siempre Virgen María, Madre de Dios y Madre de la Iglesia, queda de nuevo subrayada con la expresión: "extendiendo así su maternidad espiritual a toda la humanidad". Y así como Dios Padre es el Creador de todo lo que existe, y Jesucristo, Dios hecho hombre, es el Redentor de todo lo creado, y así como el Espíritu Santo no conoce fronteras y sopla donde quiere, como quiere y cuando quiere, toda esta obra Dios la llevó a cabo por medio de una mujer, María, la Nueva Eva, asociada indisolublemente a su Hijo Jesús, el Nuevo y Definitivo Adán.
Si pudiéramos profundizar desde la fe y la razón en la persona y la misión de la Virgen María, fácilmente caeríamos en la cuenta de que Ella es Medianera, Abogada y Corredentora nuestra, siendo Jesucristo el único Salvador de toda la humanidad. La misión de la Madre no es otra que la de llevarnos hacia su Hijo Jesucristo, el cual es el camino, la verdad y la vida, y fuera del cual no hay Salvación.
Les deseo una santa preparación para las solemnidades pascuales.