Alfonso Salmerón S.J. (1515-1585), teólogo del Papa Julio III en el Concilio de Trento, enseñaba que Jesús quiso que María participara en su obra de redención como la “Corredentora” (Commentarii, vol. 10, tr. 41).
"Alfonso Salmerón, uno de los primeros compañeros de Ignacio de Loyola, fue un gran exégeta y teólogo. Su biografía está surcada por comprometidos viajes apostólicos, brillantes intervenciones en el Concilio de Trento y fervientes predicaciones de los ejercicios espirituales ignacianos. Salmerón poseía el don de saber escudriñar la Escritura, y a la vez estaba dotado de una profunda ternura hacia las personas y las cosas. Su intensa vida de oración era la raíz de su continua disponibilidad para amar y servir. Nunca le abandonó la audacia de la juventud, la misma que le llevó el día de la Asunción de 1534 a la colina de Montmartre para formular un voto de emplearse al servicio de Dios y del prójimo. En ese escenario parisino arrancó la aventura de los siete primeros jesuitas, entre los que se encontraba este toledano, a punto de cumplir los 19 años, pues nació el 8 de septiembre de 1515.
No será casual que se produjera en una fiesta mariana la venida al mundo de este hombre de contemplación y acción. Son dos rasgos que acercan al jesuita a la Madre de Jesús. Y también es cierto que cualquier tratado de mariología estaría incompleto sin algún texto de Alfonso Salmerón, al ser uno de los grandes defensores de la concepción inmaculada de María. Esta gracia singular tenía que darse en una mujer que, en expresión de nuestro jesuita, es «la cuarta persona en dignidad después de las tres supremas y divinas personas». Se comprende que la vida de Salmerón tuviera un inconfundible signo mariano, un hecho corroborado por otro Alfonso del siglo XVIII, san Alfonso María de Ligorio. Este santo asegura en Las glorias de María que, poco antes de morir, el jesuita exclamó: «Bendita sea la hora en que he servido a María, benditos los sermones, las fatigas, los pensamientos que he tenido de Vos, Señora mía». Salmerón pertenece a esos cristianos firmemente convencidos de que María es un camino seguro hacia Jesús". [Texto tomado del artículo "Un jesuita mariano" de Antonio Rubio Plo, publicado en Alfa y Omega el 10/09/2015]
Santa Catalina de Siena (1347-1380), doctora de la Iglesia, llamaba a María “la redentora de la raza humana”, porque proporcionó su carne a la Palabra de Dios, que nos redimió con su pasión, mientras que ella compartió la pasión de su Hijo con el “sufrimiento de su cuerpo y de su alma” (Oratio XI).
Durante los siglos XIV y XV, se agregó al título de “redentora” el prefijo “co-” del latín cum (con), para resaltar que el papel de María en la redención fue con y bajo Cristo, el único Redentor, y evitar que se malentendiese la invocación de “redentora”, que se remonta al s.X: “Santa redentora del mundo, ruega por nosotros” (himno francés).
San Bernardo de Claraval (1090-1153), doctor de la Iglesia, enseña que María com-padeció con Cristo en el Calvario, e hizo la ofrenda de su Hijo por nuestra redención (Sermo 3 de purificatione).
Su discípulo, Arnoldo de Chartres, habla del co-sufrir y el co-morir de María con Cristo en el Calvario (De Laud. Beata Virgine Maria).
San Cirilo de Alejandría (370-444) predicó en el Concilio de Éfeso que María es “por quien los demonios se ponen en fuga, por quien la criatura caída es levantada al cielo”.
San Efrén el sirio (306-373) enseña que María es “Después del mediador, la mediadora de todo el mundo” (Oratio IV ad Deiparam: “post mediatorem, mediatrix totius mundi”).
San Ireneo de Lyon (ca.130-202) subraya que María restaura con su fe y obediencia lo que Eva con su incredulidad y desobediencia había deshecho y ligado. Además, llama a María “causa de nuestra salvación” (causa salutis); y dice de su seno “que regenera a los hombres con Dios” (Adversus haereses IV,33,11).
San Justino (+163) es el primero que consta utilizase el paralelismo entre Eva y María: si aquella trajo la desgracia y el pecado al género humano, ésta ha traído la salvación y la victoria. La Virgen María es la Nueva Eva, la Madre de la humanidad redimida.
Posteriormente, fue seguido por la mayoría de los Santos Padres en esta doctrina: San Ireneo, San Efrén (Sermo de Domino nostro), San Epifanio (Panarion 78,18,1-3), San Gregorio de Nisa (In Canticum Canticorum 13), San Ambrosio, San Jerónimo, San Agustín, San Pedro Crisólogo...
Designó a María con el título de “corredentora” siendo obispo de Roma hasta siete veces. Por ejemplo, invitó a los enfermos a transformar su dolor en una “ofrenda amorosa en imitación de la Virgen María, la corredentora” (audiencia general: 10-XII-1980).
Próximamente publicaremos todas las citas y un estudio sobre la postura mariológica de San Juan Pablo II.
Pío XI (1922-1939), en la alocución dada a los peregrinos de Vicenza en Roma, el 30 de noviembre de 1933, les dijo:
“Por la naturaleza de su obra, el Redentor debía asociar a su Madre con su obra. Por esta razón, Nosotros la invocamos bajo el título de Corredentora. Ella nos dio al Salvador, lo acompañó en la obra de redención hasta la cruz, compartiendo con Él los sufrimientos, la agonía y la muerte en los que Jesús dio cumplimiento cabal a la redención humana”.
El Papa Benedicto XIV el 27 de septiembre de 1748 promulgó la bula Gloriosae Dominae, donde explicita el papel mediador de la Virgen: “Ella es como un río celestial por cuyo medio llegan al seno de los míseros mortales las aguas de todas las gracias y de todos los dones”.
Más...
En Inter sodalicia (1918), dice que María “en la medida en que dependía de ella, le ofreció a su Hijo para aplacar la justicia divina; así que bien podemos decir que ella, con Cristo, redimió a la humanidad” (AAS 10 [1918] 182).
El 31 de mayo de 1921 el Papa Benedicto XV instituyó la fiesta litúrgica “María Medianera de todas las gracias” para todas las órdenes y diócesis que lo solicitasen (AAS 13 [1921] 345).
En la encíclica Ad diem illud laetissimum (1904) aplica el término “corredentora” a la Virgen, la cual “ha sido asociada por Jesucristo a la obra de la redención y nos merece de congruo, como dicen los teólogos, lo que Jesucristo nos ha merecido de condigno”.
Bajo su Pontificado, la Sagrada Congregación para los Ritos se refirió a María como “la corredentora misericordiosa de la raza humana” (Acta Sanctae Sedis 41 [1908] 409).
Además, el Santo Oficio aprobó una oración invocando a María como “nuestra corredentora” (Acta Apostolicae Sedis 5 [1913] 364), y al año siguiente otra que llamaba a María “la corredentora de la raza humana” (AAS 6 [1914] 108). Así, todo católico puede invocar a la Virgen María con este título.
En la encíclica Quamquam pluries (1889), enseña que la Virgen Santísima “es verdadera madre de los cristianos, puesto que los ha regenerado en el Calvario entre los supremos dolores del Redentor”. En Octobri mense (1891) indica que todas las gracias nos vienen por María.
En la encíclica Adiutricem populi (1895) empleó por primera vez en un documento magisterial la expresión "maternidad espiritual" referida a la Virgen María con respecto a los cristianos. En Fidentem piumque (1896) expuso cómo la Virgen puede ser llamada mediadora.
Las Clarisas y Sor María Gracia de nuestra Mediadora Universal, OSC (+2017)
Escrito por AGGLas órdenes religiosas tuvieron mucha importancia en la proclamación de los anteriores dogmas, el de la Inmaculada Concepción y el de la Asunción al Cielo. Sus miembros hacían votos de defender esas verdades (antes de ser proclamadas por la Iglesia), como si fuesen parte del Credo. Veamos el ejemplo de un convento de Hermanas Pobres de Santa Clara, en Cantalapiedra (Salamanca), que como tantos otros, hicieron votos en la primera mitad del siglo XX por la proclamación del dogma de la Asunción (que llegaría en 1950) y de la Mediación/Corredención de María.