Viernes, 22 Octubre 2021 13:09

Meditación: el sí de María (4ª parte)

Escrito por Adrienne Von Speyr
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Respondiendo al ángel, María responde a Dios. Ella sabe que el ángel aparece como enviado de Dios, que entregándole su sí a él, se lo entrega a Dios. El simple hecho de que vea y escuche al ángel se funda ya en una sumisión obediente de sus sentidos a la vida sobrenatural, a la vida de la gracia de Dios.

315d735891e4542b475bfd6c52bfff71Ella posee sentidos como cualquier hombre, pero no los emplea como lo hacen los hombres para enriquecerse a sí mismos, para ganar o almacenar algo para sí; en lugar de cerrarlos sobre sí misma, los abre a Dios; solo se sirve de ellos para comprender mejor la voluntad divina, para su mayor honra y glorificación. Pone en manos de Dios el sentido y el fin de cada uno de los actos de sus sentidos. Por eso, sus sentidos son un espacio abierto en el que Dios se puede anunciar en todo momento: ellos están preparados para el ángel. Considera sus sentidos como dones dados en préstamo por el Padre, de modo que en todo lo que ellos captan, Ella reconoce siempre el don del Padre.

María escucha y ve al ángel, pero al mismo tiempo sabe que lo que la hace capaz de verlo y recibirlo es algo que Dios ha depositado en Ella, algo que hace que Ella vea en el ángel a Dios mismo. Y así como sabe que en el ángel acoge a Dios, también comprende que lo que el ángel recibe de Ella, lo acepta únicamente para pasárselo a Dios. Para Ella, él es el mensaje de Dios, y por eso él transmitirá el mensaje de Ella a Dios. Y lo que de ese modo va de Ella a Dios por medio del ángel, su sí, va inmediatamente al Padre y al Hijo: al Padre como cumplimiento, como conclusión, como recapitulación de la Antigua Alianza; al Hijo como un inicio, como una apertura, como el germen de la Nueva. Y el Padre y el Hijo escuchan su sí según la diferencia de sus personas en conformidad al consentimiento, el Padre puede enviar al Hijo y el Hijo puede dejarse enviar y venir. 

La Madre pronuncia su sí sin saber cómo será escuchado por Dios; pero su sí solo puede ser escuchado por Dios en el modo en que Dios quiere escucharlo: en ese modo doble. Y esto, porque el Espíritu Santo le inspira el responder de ese modo. Él es el que ya obra en Ella y la guía, aunque solo más tarde la cubrirá con su sombra. Traducido al ámbito de las relaciones humanas, su sí es como un compromiso matrimonial provisorio con el Espíritu en vista del matrimonio venidero. Por eso, María también dice sí en el Espíritu de Dios, y no en el suyo propio, de la misma manera que en el matrimonio cristiano cada uno de los contrayentes dice su sí en el espíritu del otro y no en el propio. Ninguno de ellos considera su propio espíritu como garantía última de fidelidad (esto sería presunción y egoísmo), sino en el amor, el espíritu del amado. Decir sí en el propio espíritu sería co-afirmar las propias faltas y pecados, pero decir sí en el espíritu del otro significa afirmar el amor.

Por último, el sí de María es dado a sí misma. Pues Ella afirma su propio sí. Ella quiere ser aquella que es regalada de ese modo. Cuando un hombre quiere hacerle un regalo a otro, y lo hace realmente, se resuelve por sí mismo a hacerlo. Y cada vez que él ve el regalo en posesión del otro, se confirma en la actitud que había tomado consigo mismo. Este sí a sí misma es para María secundario y accidental frente al sí al ángel y a Dios. Solo significa que Ella, aunque Dios disponga enteramente de Ella, chocará renovadamente contra este sí en todas las situaciones y decisiones de su vida como el fundamento esencial de su existencia. Ella quiere ser y permanecer siempre aquella que ha dicho sí. Se deja impregnar totalmente por él, precisamente porque es el primer sí cristiano. Su sí de auto-donación es lo contrario de la autodestrucción de la desesperación; contiene la plenitud total de la fe, el amor y la esperanza.

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