Jueves, 11 Abril 2024 10:23

La Virgen María, Corredentora

Escrito por P. José Vicente Martínez
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La Santa Iglesia  profesa  que la Santísima Virgen María,  Madre de Dios,  Madre de la Iglesia y Madre de todos,  fue concebida sin mancha alguna de pecado original en atención a los méritos de su Hijo Jesucristo, Redentor del género humano. También profesa que la Madre de Dios fue siempre Virgen: antes del parto, en el parto y después del parto. Fue,  al mismo tiempo,  Virgen y Madre, plenamente virgen y plenamente madre. María Santísima,  al terminar su peregrinación terrena,  fue asunta en cuerpo y alma al cielo y coronada como Reina de cielos y tierra para asemejarse mejor con su Hijo Jesucristo,  Rey de reyes y Señor de los señores. Los fieles de la Santa Iglesia profesamos estas verdades de fe como dogmas, es decir, como verdades dadas a conocer por Dios en vistas a nuestra salvación y a la salvación de todo el mundo. Sin embargo, el pueblo fiel, los teólogos y los que tratan de penetrar con mayor profundidad en el Misterio de Cristo, indisolublemente unido a la vida y misión maternal de la Madre del Señor,  nos animan a considerar otra verdad de fe que podría resumirse llamando a María Corredentora y Medianera de todas las gracias, sin que ésto en nada empañase que el único Salvador de la humanidad es Jesucristo y que Él es también el único Mediador entre Dios y los hombres, porque en Él quiso Dios que residiera toda la plenitud, y por Él quiso reconciliar todas las cosas del cielo y de la tierra haciendo la paz por la Sangre de su Cruz. 
El mismo Concilio Vaticano II,  en el capítulo VIII de Lumen gentium, afirma que "la maternidad de María  en la economía de la gracia perdura sin cesar desde el momento del asentimiento que prestó fielmente en la Anunciación, y que mantuvo sin vacilar al pie de la cruz  hasta la consumación perpetua de todos los elegidos. Pues, asunta a los cielos, no ha dejado esta misión salvadora, sino que con su múltiple intercesión continúa obteniéndonos los dones de la salvación eterna. Con su amor materno cuida  de los hermanos de su Hijo  que todavía peregrinan y se hallan en peligros y ansiedad, hasta que sean conducidos a la patria bienaventurada. Por este motivo, la Santísima Virgen es invocada en la Iglesia con los títulos de: Abogada, Auxiliadora, Socorro, Mediadora. Lo cual, sin embargo, ha de entenderse de tal manera que no reste ni añada nada a la dignidad y eficacia de Cristo, el único Mediador (...). La Iglesia no duda en confesar esta función subordinada de María, la experimenta contínuamente y la recomienda a la piedad de los fieles, para que apoyados en esta protección maternal, se unan con mayor intimidad al Mediador y Salvador"  (núm. 62) 
Como leemos,  el Concilio  no tuvo reparo alguno en llamar a María: Abogada, Auxiliadora, Socorro, Mediadora, probablemente porque desde mucho antes los fieles ya la llamaban así. ¿O acaso no es la Madre de Dios nuestra abogada, auxiliadora, socorro, mediadora ó medianera de todas las gracias? Así es porque Dios así lo dispuso y porque  el pueblo cristiano tiene una sensibilidad especial en todo lo referente a la Santísima Virgen, nuestra Madre en el orden de la fe y de la perfecta unión con Cristo.
Pues bien, me alegra conocer que el P. Agustín Giménez, sacerdote diocesano de Getafe desde 1999, profesor de Sagrada Escritura en la Universidad Eclesiástica San Dámaso, capellán de las Madres Carmelitas del Cerro de los Ángeles, vicario parroquial de San Juan de Ávila (Móstoles) y coordinador del Foro Mariano Diocesano ha escrito un libro que está a punto de publicar en la editorial Nueva Eva, en donde estudia a fondo todas las cuestiones de la corredención de María, a nivel bíblico, teológico, histórico y de actualidad. El sacerdote, entrevistado en el blog Caballero del Pilar por Don Javier Navascués el 19 de marzo de 2024, narra cómo durante una conversación fue naciendo el deseo común de que fuese proclamado este dogma (María Corredentora) sobre el papel de María en la salvación del mundo. María siempre ha tenido en la historia de la Iglesia esta importancia decisiva, y hoy necesitamos experimentar su acción maternal más que nunca. También salió en la conversación una carta de la Madre Teresa de Calcuta donde afirmaba que cuando se proclamase el dogma de María Corredentora, Mediadora y Abogada, vendría una gran gracia sobre la Iglesia.
El obispo auxiliar Mons. Rico invitó a Jaime Pérez, Fina Rivero y Agustín Giménez a buscar bibliografía y a hacerse miembros de la Sociedad Mariológica y dedicarse a un estudio serio y profundo de la cuestión. En el año 2016 el P. Giménez asistió a la Semana Mariológica. Conocieron a las Hermanas de Mater Dei y resultó muy interesante poder conocer también a los principales mariólogos de España y dialogar con ellos sobre estas cuestiones. Asimismo, el obispo Don José Rico  se reunía con ellos y profundizaban juntos en lo que iban estudiando. 
 
No hay duda de que el fundamento teológico de los dogmas ya enunciados solemnemente por la Iglesia Católica se apoyan en la misión corredentora de la Madre del Salvador (Ver Papas Pío IX y Pío XII). Dado que María cooperó en la lucha contra el pecado y el mal en unión con su Hijo Jesucristo en la Pasión (corredención), no puede no participar también en la victoria, en la Resurrección; por lo tanto tiene que gozar de la vida resucitada junto con su Hijo. Como María es corredentora, debe ser también inmaculada y debe estar asunta y gloriosa en el cielo. Los Papas argumentan desde lo más claro a lo menos claro: presentan como un dato evidente de la Escritura y de la Tradición la colaboración de María, su corredención. Y de Ella concluyen lo que aparece menos claro, menos testimoniado en la Biblia y la Tradición, a saber, la Inmaculada y la Asunción.
Es fundamental estudiar a fondo la promesa de la Redención por medio de una mujer y su descendencia tras el pecado de los orígenes (Gén 3,15), y la colaboración necesaria de María a la Encarnación y Redención de la humanidad, unida siempre la Madre a su Hijo  (Lc 1;  Jn 2; Jn 19;  Ap 12). San Ireneo de Lyon (140-202) llama a María "causa de salvación de todo el orbe". También es necesario acudir a la enseñanza magisterial de los Papas, sobre todo de los de finales del siglo XIX y XX. El fundamento principal es que, efectivamente, Dios quiso que la Redención del mundo se diese con una intervención necesaria de la Virgen María.
Los cuatro atributos que tendría el dogma de María Corredentora serían: Madre espiritual porque nos engendra, regenera como verdadera Madre a la vida de comunión con Dios, colaborando de manera perfecta con el Espíritu Santo. La Nueva Eva nos da a luz a la vida sobrenatural por su unión íntima, esencial y de corazón con el Redentor, ofreciendo a su Hijo por nosotros y destruyendo el lazo que Eva ató y nos ligaba a Satanás, al pecado y a la muerte. Mediadora y Abogada aluden al ejercicio de la maternidad de María después de la Redención cuando ésta ya ha tenido lugar. Como mediadora, María nos hace llegar contínuamente a sus hijos la gracia del Cielo, que es Jesucristo. Como abogada, María intercede por todos ante Dios y le presenta nuestras plegarias, además de defendernos y protegernos.
En Fátima,  la Virgen pidió un acto de consagración formal de Rusia a su Inmaculado Corazón,  otorgando a ese sencillo acto un valor salvífico inmenso. ¿Por qué no ponernos cada uno de nosotros, nuestras comunidades cristianas, familias, matrimonios, grupos, asociaciones, cofradías, movimientos cristianos, la Iglesia entera, todo el mundo, bajo la protección y el amparo del Inmaculado Corazón de la Madre del Señor? ¿Por qué no consagrarnos al Sagrado Corazón de Jesús por medio del Corazón Inmaculado de la Virgen María? Estamos convencidos de que  el mundo y la creación entera  necesitan de Jesucristo y de su Salvación. Si Cristo vino al mundo a llevar a cabo la obra de la salvación por medio de María, también ahora parece más que conveniente que,  por medio de María, la humanidad entera regrese a Dios.
P. José Vicente Martínez,  sacerdote diocesano
20 marzo 2024
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